Sin delicias

“Todos los pecados están a la vista, y lo que la gente ve al mirarlo es a sí misma”. El vibrante escritor holandés Cees Nooteboom nos habla así de El jardín de las delicias en el documental sobre El Bosco que se estrena estos días en España. El autor nos está señalando el paraíso y el infierno, el demonio y los conejos inquietantes, el sexo sin ley y los placeres que hace 500 años eran motivo de condena y que hoy hemos asimilado afortunadamente de otra forma. “¡Solo estaban pasándola bien!”, cierra con extraordinaria sencillez Laura Restrepo.

El pintor pintó lo visible para enseñarnos lo invisible, nos dice este documental, y la reflexión se cuela estos días en que han muerto tantos por su condición sexual, una razón tan injusta como las de los tutsis y los hutus, los judíos y los gitanos. Cuando el mundo retrocede. A falta de buenas novedades, perdonen si esta vez nos refugiamos en el cine para ver este documental, y en la taquilla de Movistar+ para saborear una joya reciente. Carol, película de Todd Haynes con sello de Patricia Highsmith y una interpretación desbordante de Cate Blanchett y Rooney Mara, nos traslada al amor de dos mujeres frente a una sociedad que prefiere la hipocresía a la verdad; la convención a la felicidad, y lo visible a lo invisible.

La intolerancia y el sometimiento han frenado siempre la evolución, y el asesino de Orlando ha tomado el testigo de esta verdad para castigar la identidad que se hace visible, la conducta sexual que aún sigue bajo amenaza y la esencia de libertad que rige nuestra democracia. Él ha pintado un cuadro de terror, no de delicias, y en él no vemos solo la muerte, sino su propia identidad, su pecado, su secreto. Y es que él también frecuentaba entornos gais, y, según su esposa, tal vez era gay. Cuánta desgracia se habría evitado si la tolerancia hubiera alcanzado lo invisible. Mientras, nos queda el arte. Vean Carol. Y vean El Bosco, el jardín de los sueños.