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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Siempre contigo, Miguel

El autor, expedicionario de la Ruta Quetzal en 1997, recuerda al fallecido De la Quadra-Salcedo

Javier Illán y Miguel de la Quadra-Salcedo en 1997.
Javier Illán y Miguel de la Quadra-Salcedo en 1997.

Hoy, 20 de mayo, he perdido un padre-amigo y un referente. Ha muerto Miguel de la Quadra-Salcedo y Gayarre. El mundo gana un mito, un ejemplo de voluntad y valor, de curiosidad e inquietud, de respeto y solidaridad, de amor a las culturas y a las personas que generan las culturas y a la naturaleza en la que estas sienten la vida.

Quienes hemos tenido la suerte de vivir junto él la comunidad Quetzal sabemos lo que le debemos y en nuestro corazón permanentemente fluirá sangre con su emoción. Nuestro afecto enraizado perdura más allá del espacio y del tiempo, pues fue amplio el horizonte que abrió ante nuestros ojos y nuestra mente en la Ruta.

Miguel fue un sabio que se bebió el zumo de la vida y lo supo compartir con la ilusión de un niño. Aún recuerdo la pasión con la que me llamó para que tocara el primer violín que vino de San Ignacio de Moxos en la selva boliviana. Él había logrado que unos lutieres españoles recuperaran la tradición de constructores de instrumentos en un enclave de las antiguas misiones jesuíticas. Así era Miguel, una amalgama de voluntad, acción y ternura. Por supuesto, que más tarde yo fui a Moxos y recuperé partituras en la selva y escribí sobre los violines antiguos allí conservados y toqué composiciones del fantástico barroco misional indígena, y dirigí la música que tanto le gustaba. Era la llama de una chispa que prendió Miguel. Esto es un ejemplo de la labor de Miguel de la Quadra como sembrador de ideas con el abono de la pasión y del afecto, para que germinaran en la buena tierra de un rutero y ahí crecieran y se desarrollaran hasta alcanzar sus frutos.

Como un Ulises en su viaje a Ítaca, la vida de Miguel ha sido plena y el camino, largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. Y, parafraseando el poema de Kavafis, no temió a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón. Llegó ¡con qué placer y alegría! a muchos puertos nunca vistos antes. Y todo nos lo fue contando.

La historia narrará sus odiseas como atleta (al que no reconocieron un récord por lanzar la jabalina con una técnica ancestral vasca), como reportero de guerra, peleando con serpientes, descendiendo el Amazonas o capitaneando la Ruta Quetzal. Nuestra memoria, la de quienes le conocieron y, muy especialmente, la de quienes le vivimos de cerca, no será solo un recuerdo, sino una luz que no se apaga y que alumbrará los valores que vivió y nos inculcó. Estoy seguro de que su alma aventurera, batiendo sus alas de mariposa eterna, estará orgullosa de su legado y no habitará allá donde lo hace el olvido. Su espíritu y su energía positiva permanecerán con nosotros.

Y nosotros, como el vuelo libre y vistoso del Quetzal, siempre estaremos contigo, Miguel.

Javier Ulises Illán Ortiz es director de orquesta y fue expedicionario de la Ruta Quetzal en 1997

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