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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Finales

Ningún final de serie contentará a todo el mundo. No es fácil poner punto final a una historia en la que los espectadores han invertido, en algunos casos, más de 100 horas

Natalia Marcos

Ningún final de serie contentará a todo el mundo. No es fácil poner punto final a una historia en la que los espectadores han invertido, en algunos casos, más de 100 horas. Es imposible que todos sus seguidores se sientan satisfechos con la conclusión. Es sencillo sentirse defraudado, y más si lo que se espera es un final para cada uno de los personajes y para cada trama. Es comprensible que el adiós de The Good Wife la semana pasada no contentara a todo el mundo, seguro que sus guionistas ya contaban con eso. Sin embargo, se despidió con un final valiente, sin concesiones, a la altura de una serie que reinventó la etiqueta del drama legal. Porque no todo tiene por qué terminar con un "fueron felices y comieron perdices". La realidad no es así. La vida no es así. 

Tampoco todas las cosas en el mundo real tienen un final claro y definitivo. A veces, hay que conformarse con un fundido a negro sin saber qué fue de cada uno. A veces, una historia puede terminar con una cena en familia en un restaurante y con una canción sonando de fondo invitando a sus oyentes a no dejar de creer. Del mismo modo que, como espectadores, valoramos que las series no nos den todo mascado y cuenten con la inteligencia del que está al otro lado de la pantalla, no es necesario que todas esas historias tengan un final cerrado; pero sí que tengan un final. Tan válido, narrativamente, es un fundido a negro como uno a blanco tras contar cómo acabará cada personaje. Cuestión de gustos y de estilo.

Estamos en días de despedidas, con finales de temporadas para unas series y finales definitivos para otras. Castle es otra de las que dirán adiós de forma definitiva después de haber mareado a sus seguidores y a sus actores con renovaciones y despidos que, finalmente, no fueron a ninguna parte porque no habrá más. Y menos mal. Porque, en eso sí estaremos todos de acuerdo, siempre es mejor una despedida a tiempo y con dignidad que agonizar arrastrado por el fango.

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Sobre la firma

Natalia Marcos
Redactora de la sección de Televisión. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en Participación y Redes Sociales. Desde su fundación, escribe en el blog de series Quinta Temporada. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Filología Hispánica por la UNED.

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