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Ni Dios aprueba

Lo que resulta evidente, dada la naturaleza humana y no divina de las encuestas y su ausencia de infalibilidad, es que frecuentemente sus pronósticos se meten un hostión

Carlos Boyero

Ignoro el funcionamiento de las encuestas políticas, su grado de credibilidad, los intereses transparentes o subterráneos de las instituciones, los particulares y los medios de comunicación que las encargan y las financian. Tampoco la influencia presunta o real que tienen en toda la gente que ejerce su deber y su derecho cívico de votar (hacerlo en blanco como acto de negación, también supone un esforzado deber) a aquellos partidos o personas con los que se identifican, o le parecen lo menos malo, o están seguros de que si triunfan esto servirá para que su vida y la de los suyos mejore o que, como mínimo, no empeore. Y los que ya no tienen nada que perder, si es que alguna vez tuvieron algo, hacen algo tan lógico como quedarse calentitos en la cama, o salen a tomar el sol y el aire sin fijar ni un segundo la vista en ningún cartel electoral, aunque todos les prometan el paraíso.

Lo que resulta evidente, dada la naturaleza humana y no divina de las encuestas y consecuentemente su ausencia de infalibilidad, es que frecuentemente sus pronósticos se meten un hostión. Con excesiva frecuencia, pero los ciudadanos, que son muy buenos, perdonan sus errores.

Pero sus resultados pueden causar a veces, además de estupor, risa o carcajada. Por ejemplo, leo que en la valoración de líderes de los partidos, el personal que depositará su confianza en ellos, los suspende a todos. Ni un mísero aprobado recibe ninguno de los que aspiran a lograr el bien común. Alberto Garzón, el mejor valorado, recibe un 4,69, y al peor, que es el sublime estadista Mariano Rajoy, le juzgan con un humillante 2,89. Que alguien me desentrañe el enigma, que soy muy corto. Sigamos con la ceremonia del absurdo. Al partido del tal Garzón le votó un millón de personas y solo consiguió 2 escaños. Y al de Rajoy, siete millones y pilló 123 escaños. Que ley electoral tan rara.

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