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Franciscano impuro

'Seré duda', 19º volumen de los diarios de Andrés Trapiello, recoge el quijotesco año 2005 entre la intimidad y la comedia

Jordi Gracia

A estos diarios les llega una misma luz o una música parecida y sin embargo se despliegan nuevos y sorpresivos sin perder ni la melancolía ni tampoco la sonrisa. A veces incluso agobia la carcajada, porque seguimos sintiendo alguna forma de culpa de la risa, y otras veces agobia el enigma de acertar o no acertar al poner nombre a una X maltratada. A mí me agobia ahora saber si debo o no debo desvelar el nombre que conjeturo detrás de esta o aquella inicial, pero imagino a la vez que el lector agradecerá saber que la presunción payasa de Fernando Arrabal se lleva aquí páginas muy divertidas. Están escritas desde la humildad franciscana y reticente a la comedia, a la vez que se despliega el enigma de los hijos cambiantes con un Guillermo que es otro Guillermo, dispuesto a desesperar a su padre en sucesivas y triunfales victorias al ajedrez mientras encadena también felices desengaños.

Los libros que escribe su padre no son como creía porque en secreto ha empezado a leerlos, y juraría que lleva ya lo menos dos leídos este año de 2005, quijotil y ambulante. Es así este libro porque hace 10 años se celebraron los 400 años de la aparición del primer Quijote y porque Trapiello lo celebró inventándose una estupenda continuación de la vida de los personajes después de la muerte del hidalgo. Tituló aquella novela Al morir don Quijote y mientras la pasea por multitud de lugares y ferias del libro va rematando la confección de un experimento entre la emoción de las voces y el juego de cazarlas, El arca de las palabras. Hoy sabemos también, aunque no lo cuente en ninguno de los diarios, que este franciscano irónico avanzaba día a día en la adaptación al castellano actual del Quijote, publicada el año pasado.

El libro enmudece también de golpe, cuando el asalto del miedo atrapa la voz y son Míriam y sus saberes filosóficos en marcha quienes ponen el nudo en el cuello para saber si los análisis clínicos van a ser intimidatorios o van a quedarse en un susto, como de susto adivinado y esperado es la llamada que recibe en el móvil el protagonista de esta novela sobre la materia de los sueños y de los cuadernos de hule negro para comunicarle la muerte de Ramón Gaya. El timbre suena mientras lee la reseña en el periódico de un tomo de sus diarios, El jardín de la pólvora, firmada por JG (¿Javier Goñi? ¿Jordi Gracia?), después de haber necesitado media docena de prólogos para ir despachando asuntos sin perder ni honradez literaria ni buen humor. Siguen siendo seguramente las virtudes musicales de la desconcertante aventura literaria que un puñado de lectores esperamos cada cierto tiempo ya sin ansia, seguros de la regularidad del ciclo vital y a la vez del reencuentro con las vidas de los otros cuando son ya la nuestra.

Seré duda. Andrés Trapiello. Pre-Textos. Valencia, 2015. 728 páginas. 35 euros


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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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