‘Quiero ser monja’: O Cristo o el móvil
El último disparate televisivo en Cuatro llama a despertar vocaciones en clave 'reality'
Juleysi quiere elegir entre su carrera en la moda y su novio o la llamada del convento. Paloma, de la secta kika —o el ultra Camino Neocatumenal—, deja su vida en comunidad con 13 hermanos para casarse con quien dice es su amor: Cristo. Janet y Jaqui, hermanas y residentes en los mundos de Yupi, se meten juntas a probar la experiencia, mientras que la madre de Fernanda, mallorquina y auxiliar de enfermería, le permite probar, pero cree que se la van a devolver al poco por desordenada.
De esta guisa ingresan en Quiero ser monja las cinco participantes del último disparate en Cuatro. Pero el verdadero reto, ya lo dejaron claro nada más subir a las habitaciones, va a ser el siguiente: elegir entre ser fieles a Dios o el móvil. Fue el momento más dramático de la noche. Ya Juleysi nos había hecho alarde de cuáles pueden ser los límites de la ñoñez al despedirse de su Alberto, plantado a la puerta del convento. Pero cuando ella por fuera y las demás por dentro, rompieron en lágrimas a la hora de depositar en la cajita dorada sus móviles, llegó la hora de la verdad.
La madre Miriam, coach de novicias, se lo suavizó: “Es por ti, señor”, como hizo ella al pisar su último cigarro en la puerta del monasterio antes de cambiar su vida. Por más que penetremos con ellas entre las rejas, cantemos en la gruta de la virgen, cenemos puré de calabaza salida de la huerta y la corneta suene para maitines a las seis de la mañana, ante la ilusión de que estas cinco chicas de su tiempo hayan entrado en un convento para probar, no nos engañemos. A lo que se han metido es a dar rienda suelta a su ego en medio de un programa de televisión. ¿Reality? ¿Documental medio ficticio? Llámenlo y vístanlo con las teorías de sociología barata que más les plazca. Es la prueba más desesperada por parte de la Iglesia posmoderna de buscar mano de obra en alianza con la tele más cutre.
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