'El espía inglés': La novela de espías de este año
Esta es la duodécima novela de la serie de Gabriel Allon, la primera publicada por HarperCollins en España (hubo otras publicadas sin orden por Planeta). Como lector enfermizo de series me sorprende ver una que llega tan lejos con tanta fuerza, tanta pasión, tan pocas muestras de flaqueza. Pero, ¿de qué va todo esto? Pasen y lean.
Primera osadía de Silva: el acicate de la acción, la chispa que desencadena una trama rápida y repleta de golpes de efecto es el espectacular asesinato de una princesa británica, un trasunto descarado de Lady Di. El hombre que la mata, Eammor Quinn, es un viejo conocido de Gabriell Allon, el Arcángel, un espía israelí y experto en arte. También es un ser despreciado por Keller, desertor de las fuerzas de élite del Ejército británico, asesino a sueldo, amigo de Allon.
El asesinato de la princesa es la excusa para un despliegue narrativo que implica a Rusia, Irán, Israel, EE UU y Reino Unido; que toca temas como el acuerdo nuclear con el régimen iraní o la pervivencia de la violencia en el Ulster; que nos lleva por Londres, Lisboa, Irlanda, Viena o Jerusalem; que nos engaña y nos atrapa.
Los personajes centrales están impecables. Allon es el perfecto héroe imperfecto, el hombre lleno de aristas, alejado de los maniqueísmos, entregado a la causa, dañado para siempre por sus enemigos. Estoy deseando tener un rato para enchufarme todas las novelas anteriores. Keller es el asesino fascinante con el alma oscura pero capaz de alinearse con el lado menos malo. Quinn es el arquetipo de terrorista internacional que tras su paso por el IRA termina vendiéndose al mejor postor. Un mercenario entrenado en Libia e Irán y que ha trabajado para todo el que quisiera hundir Occidente e Israel, un tipo con una historia personal con Allon, una bestiallena de odio pero no por ello menos eficaz a la hora de llevar la muerte a los demás.
El plantel se completa de Katerina, una temible agente rusa y con los dos jefes del espionaje británico, Graham Seymour (MI6) y Amanda Wallace (MI5). El odio que se profesan y que disimulan de mala manera y sus conversaciones de los viernes por la tarde, con una copa en la mano, son un contrapunto perfecto a toda la acción.
Y luego está la parte puramente de espías. El reclutamiento, los engaños, los agentes dobles, las escuchas, la falta de confianza... Todo ello enmarcado en un contexto internacional convulso y muy real y contado con un tono que se llena de cinismo cuando se habla del poder o del papel de la prensa en todo esto. Así define Allon el trabajo del espía:
“Una sucesión continua de viajes, periodos de aburrimiento aplastante, rotos por interludios de puro terror” . A lo que Seymour añade: “La maravilla de nuestro oficio es que nuestros errores siempre vuelven para atormentarnos. Y al final todas las deudas se pagan”.
Hay momentos que me recuerdan a The Company, de Robert Little, hay situaciones muy trabajadas, hay acción, realismo y espectáculo. Tras la traca final, un pequeño y clásico epílogo en el que se ve hasta dónde han llegado las cosas a través de una narración aséptica, casi periodística. Un contraste que queda estupendamente.
El final me deja con ganas de más, porque para eso está escrito como está escrito por este hábil artesano del thriller que tiene por costumbre colarse en el número uno de la lista de The New York Times de los libros más leídos. Aquí ya he loado a Joseph Kanon, a Charles Cumming. Me gusta también Olen Stenhauer y muchos más que se dedican con dignidad y estilo al negocio del espectáculo. Silva está a la altura, cuando no por encima. Lean y disfruten.
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