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EN POCAS PALABRAS

Manuel Vilas: “Hay que sacar la poesía de las catacumbas”

Tras publicar el pasado año 'Setecientos millones de rinocerontes' y 'El hundimiento', Manuel Vilas reúne su obra poética de 1980 a 2015 en Poesía completa (Visor)

Jorge Morla

¿Cuál es su batalla poética?

La poesía no es algo oscuro y complicado, es luminosa, vital. Yo he luchado siempre por sacar la poesía a la calle, por llevarla a la gente. La idea de Juan Ramón de que la poesía es para una inmensa minoría ha acabado por casi condenarla a muerte. Hay que sacarla de las catacumbas y decirle a la gente que la poesía está en todas partes, también donde no se la espera. Y luego también es la representación del mundo en el que vivo. La idea de que lo que tenemos delante en el día a día no es poético es mala, perniciosa, responde a lo preconcebidamente poético. Cuando en realidad todo es poesía. Un autobús, un polígono industrial… yo tengo un poema bastante conocido sobre un McDonalds. La poesía también aparece en Wathsapp, en las redes sociales.

Usted de hecho tiene un libro con sus conversaciones de Facebook con sus amigos y lectores, también con Dios. ¿Es más duro ser Dios o amigo de Dios?

Cuando Nuria Labari presentó el libro dijo que creía que yo, de verdad, hablaba con Dios. Ahora he dejado de hablar con él y he dejado de publicar esos posts. A veces me pregunto si de verdad es que Dios ha dejado de hablarme, y por eso no me sale nada.

Su pareja (Ana Merino) es poeta, y dirige un programa de escritores. Tanto escritor junto, ¿anima o desanima?

Anima, anima. Nos compenetramos bien, además, porque su poesía no tiene nada que ver con la mía.

Usted también ha trabajado en cursos de escritura. En Iowa. Es Iowa a Estados Unidos lo que Zaragoza a España.

Algo tiene, sí (ríe).

Precisamente ahora que hablamos de Iowa, donde ha triunfado. ¿Trump Presidente?

No, no, para nada. El votante medio estadounidense es más sensato, más juicioso. Además se ha encarado con los latinos. Y eso va en contra del mismo espíritu del país, que es construir a base de inmigración.

¿Y Estados Unidos ha cambiado su forma de escribir?

No, en lo sustancial no. Es un país que me encanta, lleno de vida, desde el que se ve España con mucha objetividad y en el que no existe un mal endémico de nuestro país: la desconfianza de los propios españoles con su propia cultura. Eso allí no pasa. En Estados Unidos, sin embargo, aunque el español es una lengua biológicamente muy viva, le falta prestigio cultural. Ahí tenemos que dar la batalla.

¿Qué tiene en la mesita de noche?

Ahora mismo tengo Golpes de gracia, de Joxemari Iturralde, sobre boxeadores vascos. Me fascina la idea del boxeador que, junto con el torero, el ciclista y el futbolista, era la única forma de redención social que toleraba el franquismo.

¿Cuáles son sus antecedentes literarios?

Pues trazo una línea clásica, desde Baudelaire a la generación del 27, luego la del 50, especialmente Gil de Biedma. De los americanos, claro, Walt Whitman.

¿Pero le ha influido más Cernuda o Lou Reed?

Sin ningún tipo de duda, Lou Reed.

Su poesía es narrativa. ¿Por qué escribir novelas?

Bueno, yo estoy en contra de la separación de géneros. Yo me siento cómodo en todos los géneros, y creo que la Literatura puede aparecer en poemas o novelas o en cuentos; también en artículos de periódico, o en ensayos. Creo en la escritura total.

¿Tiene su poesía algo de exorcismo?

Yo ahora leo mi trabajo y pienso que sí, que ese que sale ahí soy yo, pero más que exorcismo, de lo que trata mi poesía es de ponerse al servicio de la vida. La literatura es una representación inteligente de la vida, es un grandioso sí a la vida. Pretendo que mi poesía sea indefinible, incoherente, contradictoria… como la vida.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Jorge Morla es redactor de EL PAÍS. Desde 2014 ha pasado por Babelia, Cierre o Internacional, y colabora en diferentes suplementos. Desde 2016 se ocupa también de la información sobre videojuegos, y ejerce de divulgador cultural en charlas y exposiciones. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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