'The Leftovers', bendito desconcierto
The Leftovers se destapó como una de las series más llamativas del año pasado. Su primera temporada no fue perfecta. Tuvo subidas y bajadas. Costó entrar en ella. Desconcertaba. La mochila que porta Damon Lindelof a su espalda (resumida en una palabra: Lost) pesaba, y a muchos les echó para atrás: "¿otra historia llena de misterios? Pereza". Pero cuando se asumía su desconcierto como algo positivo y se entendía que, como ocurría en el libro de Tom Perrotta en el que está basada, no había que buscar una explicación para todo porque no la hay, The Leftovers se convertía mágicamente en una de las experiencias más intensas a nivel emocional del año seriéfilo pasado.
La segunda temporada, que se estrenó hace menos de dos semanas, no lo tiene fácil. Ninguna segunda temporada es sencilla. Pero en el caso de historias tan peculiares como esta, donde subir al cielo es tan fácil como caer en el fango, el reto es doble. Sin embargo, su primer capítulo dejaba claro que las altas expectativas generadas estaban más que justificadas. No solo eso: posiblemente se trate del más inquietante, desconcertante y estremecedor arranque de temporada de lo que llevamos de año. O, para no pillarnos los dedos, uno de ellos.
Resumiendo y sin spoilers: en el comienzo de la segunda entrega, los espectadores son testigos de cómo una mujer aparentemente de la prehistoria da a luz. El realismo de estas imágenes, de una fuerza y naturalismo tremendos, impresionan (no hay que olvidar que esto es HBO). El final del segundo capítulo vuelve a sorprender por lo inesperado. Y mientras, se presenta el pueblo de Miracle, casi un santuario de peregrinaje para cientos de personas con la excusa de que no perdió a ninguno de sus habitantes en la Marcha Repentina que sirve como excusa a esta historia.
Nueva localización y nuevos personajes, los que protagonizan el primer capítulo, ese con el que pensábamos que estábamos viendo una serie diferente hasta que la soberbia banda sonora de Max Richter y la llegada a Miracle de los personajes de la temporada pasada nos recuerda que sí, esto es The Leftovers. El segundo capítulo cambia de perspectiva. Comienza con lo que se podría entender como otro nacimiento y muestra esa llegada al nuevo lugar, incluso los mismos acontecimientos, desde el punto de vista de Kevin (Justin Theroux). Una vez que se ha completado el puzle inicial y ya tenemos a cada personaje ubicado en su sitio y nuevos misterios en el aire (que seguramente volverán a quedar sin respuesta), ya estamos listos para seguir.
Para enfrentarse a The Leftovers hay que ir preparado con una armadura que proteja contra esos puñetazos emocionales que lanza sin que te des cuenta. Agobio, tristeza, dolor, desesperanza, inquietud, pena, oscuridad... Y todo con una intensidad que da miedo y que llega a ser desgarradora. No todo el mundo está preparado para ello. Los protagonistas de esta historia no lo están. El desconcierto de ellos se traslada a los espectadores. Si el nivel en la primera temporada fue muy alto, el comienzo de esta apunta también muy alto. Y lo mejor es que cuando crees que ya tienes controlada la serie, da un nuevo vuelco y todo queda patas arriba. Desconcertante. Bendito desconcierto.
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