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MÚSICA

Itzhak Perlman, el violinista total

A sus 70 años, el israelí conserva intactas todas las virtudes que han hecho de él uno de los mejores músicos de todos los tiempos

Luis Gago
Itzhak Perlman, durante un concierto en Nueva York en 2013.
Itzhak Perlman, durante un concierto en Nueva York en 2013.John Angelillo (UPI / Landov / Cordon Press)

"No es instrumento para viejos”, podría decirse del violín parafraseando a Cormac McCarthy, y la prueba está en el rápido declive que suelen experimentar quienes lo tocan, víctimas de muy prematuros ocasos artísticos. Pueden citarse decenas de excelentes pianistas octogenarios (e incluso nonagenarios y aun centenarios), pero pueden contarse con los dedos de una mano quienes son capaces de llegar a esa edad tocando el violín en plenitud. El ejemplo más sobresaliente proviene del jazz, con el incomparable Stéphane Grappelli, mientras que, en el ámbito clásico, Nathan Milstein y Joseph Fuchs son de los pocos que han logrado la proeza de mantener casi intactas las principales señas de identidad de su manera de tocar hasta el final mismo de sus longevas vidas.

Tocar el violín es tarea muy esforzada y, con el paso de los años, ese esfuerzo y la antinatural posición en que ha de hacerse pasa factura y es causa de infinitas lesiones físicas y neurológicas. Tocarlo al máximo nivel es casi una hazaña, y no hay noticias de nadie que lo haya conseguido siendo víctima de poliomielitis, la enfermedad que inutilizó las dos piernas de Itzhak Perlman (Tel Aviv, 1945) a los cuatro años. Eso le obliga a tocar sentado, a entrar en los escenarios con muletas, haciendo gala de una siempre sonriente disimetría ambulatoria y a que otra persona tenga que acercarle el violín y el arco hasta su silla. Pero ni esa temprana enfermedad ni ninguna otra cosa impidieron que Perlman ascendiera muy pronto a lo más alto del Olimpo violinístico. Su momento de eclosión —mediados de los años setenta— coincidió, además, con la muerte física o el ocaso de las carreras de los grandes maestros del instrumento, como David Oistrakh, Leonid Kogan, Arthur Grumiaux, Jascha Heifetz, Isaac Stern o Yehudi Menuhin, de quien heredó simbólicamente su Stradivarius Soil, el instrumento que acompaña fielmente a Perlman desde 1986.

En Perlman confluyen lo mejor de las virtudes de todos ellos: por un lado, la hercúlea y rotunda escuela rusa creada por Leopold Auer, y, por otro, la elegante y sutil escuela franco-belga de Eugène Ysaÿe y Lucien Capet. Él bebió una perfecta síntesis de ambas a través de Ivan Galamian, su principal profesor en la Juilliard School de Nueva York junto a otra pedagoga visionaria, Dorothy DeLay. La temprana asociación con otros grandes talentos de su generación, como los pianistas Vladímir Ashkenazy y Daniel Barenboim, el también violinista Pinchas Zukerman, los violonchelistas Lynn Harrell y Jacqueline du Pré, o los directores Zubin Mehta y el propio Barenboim, aportaron al joven Perlman no la pura técnica —de la que ya andaba muy sobrado—, sino musicalidad a raudales, inspiración y apertura de miras.

Fauré: Sonata op. 13.

El israelí se convirtió enseguida en la encarnación del violinista perfecto, omnímodo, capaz de dominar por igual todos los repertorios, desde los más endemoniadamente virtuosísticos (Paganini, Wieniawski, Vieuxtemps) hasta los grandes puntales de la literatura violinística (Bach, Mozart, Beethoven, Brahms, Bartók). Y empezó a grabarlo todo, y siempre en la mejor compañía. Buena parte de esa historia se recoge en la imponente caja de 77 discos y un libro de un centenar de páginas que acaba de publicar el sello Warner y que incluye todos los discos publicados originalmente por EMI, en los que toca junto a directores de la talla de Carlo Maria Giulini, Eugene Ormandy, André Previn, Bernard Haitink, Zubin Mehta, Seji Ozawa o Daniel Barenboim, y con compañeros como Mstislav Rostropóvich (un portentoso Doble concierto de Brahms), Martha Argerich o Yo-Yo Ma. Escuchando esta colección imprescindible no sólo se repasa gran parte de la inigualable carrera de Perlman, sino que se conoce la casi totalidad del repertorio violinístico esencial. En un gesto que le honra, el libro se cierra con una discografía completa (a día de hoy) del israelí, incluidas las grabaciones de la competencia. The Perlman Sound, también publicado por Warner, contiene sólo tres discos y constituye una esencia superconcentrada, para quienes no puedan o quieran abarcar tanto, de todo lo anterior.

Otra compilación es la que acaba de editar Deutsche Grammophon, en la que se recogen en 25 discos todas las grabaciones que Perlman ha realizado para el sello alemán entre 1968 y 2001, y de la que queda fuera el que es, de momento, su último registro: Sonatas de Fauré y Richard Strauss junto a un viejo compañero de viaje, el pianista Emanuel Ax, grabadas en 2014. Asimismo, con batutas y pianistas de primera (con una clara primacía de Barenboim), Perlman explora aquí otras parcelas de repertorio y de nuevo vuelve a dominar estilos tan disímiles como Berg y Stravinsky (con Ozawa) o Mozart, Elgar, Lalo y Wieniawski (con Barenboim).

Strauss: Sonata op. 18. Itzhak Perlman (violín) y Emanuel Ax (piano).

Perlman posee también una imponente voz de bajo que le ha hecho grabar discos como narrador e incluso cantar el pequeño papel del carcelero en una grabación de Tosca dirigida por su amigo James Levine. Y, como tantos de sus colegas, ha hecho también, y sigue haciendo, sus pinitos como director. Pero la grandeza de su arte radica no sólo en su milagrosa perfección técnica, en la amplitud y carnosidad de su sonido o en una innata musicalidad que le impide tocar una sola frase anodina, sino en una capacidad innata para comunicarse con sus oyentes y para transmitir emoción: suyo es el violín sollozante de la banda sonora de La lista de Schindler. Ha sabido hacer de su enfermedad virtud y nada parece poder borrar su eterna sonrisa ni su bonhomía. Como dijo una vez frente a la cámara del documentalista Christopher Nupen: “No me importa nada caerme, pero lo que detesto es casi caerme”. Él, que con sus serios problemas de movilidad ha recorrido el mundo de punta a punta con su violín.

El ya citado Joseph Fuchs ofreció su último recital en el Carnegie Hall a la pasmosa edad de 93 años, cuando, como él mismo apuntó luego maliciosamente, “las personas de esa edad ya no son siquiera capaces de llegar hasta allí”, en referencia a la legendaria sala neoyorquina. A sus 70 años recién cumplidos, y sin signos de declive alguno en el horizonte, Itzhak Perlman, judío, sabio, genial y bienhumorado como él, ya le sigue los pasos.

Itzhak Perlman: The Complete Warner Recordings. 77 CD + libro. The Perlman Sound. Warner, 3 CD. Itzhak Perlman: Complete Recordings on Deutsche Grammophon. 25 CD. Fauré: Sonata op. 13. Strauss: Sonata op. 18. Itzhak Perlman (violín) y Emanuel Ax (piano). Deutsche Grammophon.

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Sobre la firma

Luis Gago
Luis Gago (Madrid, 1961) es crítico de música clásica de EL PAÍS. Con formación jurídica y musical, se decantó profesionalmente por la segunda. Además de tocarla, escribe, traduce y habla sobre música, intentando entenderla y ayudar a entenderla. Sus cuatro bes son Bach, Beethoven, Brahms y Britten, pero le gusta recorrer y agotar todo el alfabeto.

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