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CARTAS A BABELIA
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

De amores y boleros

El amor. Ese amor del carajo, ese que abre zanjas cerradas, ese que nos desbarata enteros. Ese amor por el que sufre el tango, y llora el bolero. Ese que siembra fados, que crea mitos, que enciende ejércitos, que mata y muere. Desperté luego que este turbión de palabras me azotara el sueño, y -a escribir de amor me dije- se avecina septiembre y ya da para hablar del tema sin reparos, ni atisbo de cursilería. Me refiero a la cursilería ajena, porque lo cursi siempre es ajeno.

Tuvo que aparecer Almodóvar para que entendamos las colindancias sutiles entre lo cursi y lo sagrado, lo divino y lo profano, lo culto y lo vulgar. "Si tienes un hondo penar piensa en mí; si tienes ganas de llorar piensa en mí. Piensa en mí cuando beses, cuando llores también, piensa en mí. Cuando quieras quitarme la vida/… para nada me sirve sin ti", extraordinario bolero de Agustín Lara, que nos corta el aliento en Tacones lejanos, una película que se erige como oda a la santa trilogía de los milagros: amor, pasión y bolero.

Hasta antes de Almodóvar los boleros eran un tabú infranqueable en el círculo intelectual europeo, que por esos entonces, tildaba de cursi y de mal gusto, esta maravillosa forma de cantar dolores. El bolero. El de nuestras abuelas y nuestras madres, el de Los Panchos, Chavela Vargas, y Luis Miguel. El bolero. Ese que dibuja magníficamente esta trágica forma de amar y pensar el amor.

Yo vivía en España por esos entonces, y fue una suerte de salvación -caída de la buena mano de Dios-que este hombre, cineasta y trasgresor por excelencia, venga y nos refriegue en la cara, barcina de academicismos y prejuicios, una idea lacerante del amor, plagada de guiños que desbarataban de un manazo el enclenque puente por el que transitan los lugares comunes, lo cursi. El amor con toda su iconografía.

El amor feliz no tiene historia, "solo el amor amenazado es novelesco" sostenía el ensayista suizo Denis de Rougemont, y mientras lo leía, recordaba, una a una, letras de tangos, boleros y fados, cantando ausencias, desengaños, dolores, despedidas, desencuentros y otros imposibles. El amor como imposibilidad.

En el amor/pasión, el amor es visto como una droga, enamorarse es enajenarse, perderse. Casi un comportamiento patológico, un territorio que está más allá del bien y del mal: "bajo la droga del amor, los amantes embarcan en un territorio irreflexivo, donde no existen otras leyes que las de la pasión. La pasión nunca aprende, siempre es idéntica, eternamente joven, irreflexiva…-Es que yo no aprendo-, se queja el amante adolorido. Y está en lo cierto, porque el amor permanece impermeable a la experiencia". (Rosa Montero)

Y, por otro lado, tenemos a un Saramago reivindicando el "amor posible", dedicando parte de su inmensa y portentosa obra literaria –"a Pilar, que tanto tardó en llegar".

Hago una pausa, y embriagada en amores suspiro, mientras Chavela se desmadeja -con esa voz ronca de quien desayuna cuchillos de seda-, "nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores, otra vez a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores…."

Es el bolero. Tomemos otra copa.

Patricia Paz. Escritora, publicista y periodista. Santa Cruz /Bolivia.

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