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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Chivato

No sé la cantidad de anchoas y de sidra que compartió Revilla con su Majestad pero ningún exceso alimentario o etílico justificaría que se lo montara de chota ante los ansiosos medios

Carlos Boyero

Sufrí cuando Bono se retiró de la política. Era grande en los platós de televisión, defendiendo con verborrea torrencial una cosa o la contraria. Nunca asistí a sus mítines recorriendo los pueblos de su amada La Mancha, pero me aseguran que las arengas del José Isbert de Bienvenido Mr. Marshall palidecían al lado de las suyas. Afortunadamente, sigue acudiendo algunas veces a las teles para hablar del estado de las cosas. O de lo que sea. Su sabiduría no tiene límites. Es un actor genético y vocacional, extraordinario.

Revilla es otro de mis actores favoritos. Interpreta al hombre común, en posesión de las verdades elementales, campechano, gracioso, con una sensatez que a veces bordea el surrealismo, representante supremo de “al pan, pan y al vino, vino”. No sé cómo gobernará la Cantabria de su alma, pero es imposible no reconocer que es un señor muy divertido, algo excepcional entre tantos muermos de la política. Pero nunca le ha hecho caso a aquella certidumbre de Leonard Cohen de que “antes de aprender magia, la gente debería de conocer la etiqueta”.

No sé la cantidad de anchoas y los barriles de sidra que compartió Revilla con su Majestad en la audiencia que le concedió el otro día, pero ningún exceso alimentario o etílico justificaría que se lo montara de chota ante los ansiosos medios nada más salir de allí. Se supone que todo lo que sale de la boca monárquica sobre los problemas de su nación en una recepción privada es trascendente y exige el secretismo. Hay que ser muy bocas, en medio de la turbia y muy pesada movida entre los que solo quieren ser catalanes y los que les recuerdan que ante todo son españoles, para chivarse ante los micrófonos con el tragicómico: “El Rey me ha dicho que la actitud de Mas es irreconducible”. Imagino que corre peligro el trabajo de los cortesanos que prepararon la cita. Revilla no para nunca de hablar. Y luego, pasa lo que pasa. Se acabó La Zarzuela para el indiscreto.

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