La fabulosa muestra del artista tortuga
El Musac de León presenta 'Ponte el cuerpo', de Javier Codesal, una exposición en la que destacan la solidez y el entusiasmo por las cosas elementales de este artista
De tanto en tanto, quizás una vez cada generación, se ve pasar un haz de luz en el penumbroso y dócil escenario artístico español. Corresponde al lento y fructífero caminar de un artista, llamémosle “de culto”, sí, porque las artes visuales, tan fugaces y uniformes, tendrían que volver a recuperar esta sexta estrella de la excelencia, que en el caso de Javier Codesal (Sabiñánigo, 1958) resulta de una solidez extraordinaria, aliviada por su entusiasmo por las cosas elementales, una más que asumida “pobreza” de medios y un toque camp-rural.
El Musac de León dedica al artista oscense una cuidada y ordenada retrospectiva, y mucho nos tememos que tendrá que pasar otra década para que estos trabajos encuentren su sitio en las grandes colecciones nacionales, como ha ocurrido con las de otro precursor e inventor de gran talento, José Val del Omar (1904-1982). Como el cineasta granadino, Codesal es un artista tortuga que ha llegado a esta primera meta cuando las demás liebres ya han sido despellejadas por la obsolescencia planificada de marchantes y coleccionistas.
Como todos los creadores dotados, Codesal es un inadaptado, un huérfano simulado, un solitario obligado a inventar sus historias, sus placeres y sus días. Su esfuerzo por extraer tanto del mundo que le rodea —el cuerpo social— se alimenta del deseo del otro, que habita un cuerpo que a la vez le habita. De ahí el título de la exposición, Ponte el cuerpo, tomado de un verso del poema Los desgraciados, de César Vallejo.
Se exhiben 25 obras, entre esculturas, fotografías, dibujo, videoinstalación, cortos y poesía, producidas entre 1988 y 2015
Veinticinco obras, entre esculturas, fotografías, dibujo, videoinstalación, cortometrajes y poesía, producidas entre 1988 y 2015, muestran su refinado sentido del tiempo (la memoria) en la narración de historias que tienen que ver con la incomunicación y la oralidad, la pérdida y el duelo, lo real y el deseo, la enfermedad, el abandono y, en fin, la belleza, en la forma siempre inestable del cuerpo, manifestación y espejo (lingüístico) privilegiado del ser. Temas que, por otra parte, son recurrentes en la plástica contemporánea, pero lo que hace que este trabajo tenga una originalidad distintiva es que está despojado de todo “estilismo” y contenido expresionista: cada imagen y lo que oculta es a la vez una parte de sí mismo, del artista, un carné de identidad/intimidad, familiar, vernacular.
En la entrada a las salas, la pieza Almario representa una guitarra sin mástil, boca ni cuerdas. Está colocada dentro de una vitrina y sobre su estuche, como un objeto votivo. Insuperablemente tierna. Al final del recorrido, la serie de fotografías Ponte el cuerpo (2015) componen el relato de un encuentro entre fotógrafo y modelo. Una montaña de pelo y la pulpa individual frágilmente extendida en el sofá de la habitación de un hotel. El poder de ambas obras está en el reflejo, un reflejo que no demanda piedad.
Javier Codesal. Ponte el cuerpo. Musac, León. Hasta el 6 de septiembre.
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