Espe, ¡la pastilla!
Uno de los espectáculos más fascinantes de la semana ha sido recorrer las televisiones en busca del 'derrumbe Aguirre'
Uno de los espectáculos más fascinantes de la semana ha sido recorrer las televisiones en busca del derrumbe Aguirre. La transparencia de las cámaras, en casos trágicos, impide esconder la verdad. Cuando Esperanza salió a reconocer el resultado electoral en la alcaldía de Madrid —su derrota, porque ganando perdía lo que más ha perseguido: el poder— no podía disimular el desencaje ni la rabia. La sede del PP en Génova parecía el castillo de Drácula, que escondido en su ataúd, sin salir del despacho a la noche de los tiempos, abría la veda para que sus vampiresas afilaran colmillos.
Después llegó la pataleta sucesiva. El fin de la democracia occidental, arrebatar el poder a los soviets, la convocatoria de esos cuatro gatos bajo la enhiesta bandera de la plaza de Colón para impedir su desahucio que acabaron agrediendo y amenazando de muerte a periodistas de La Sexta o El Huffington Post, la desesperada llamada al gobierno de concentración...
Necesitaba alguien que le explicara justo que dicho pacto, con quien buscan hacerlo, es contra ella. Y, de paso, que uno de esos médicos de cabecera, que, si por su empeño hubiese sido, nos habría arrebatado junto al derecho a la sanidad, aún pudiera recetarle un tranquilizante de caballo.
Hemos contemplado la transformación de aquella sonrisa amable que encajaba los crueles vaciles de la tropa de Caiga quien caiga, el espejo hecho añicos de madrastra de Blancanieves que durante años ha reflejado su casticismo mordiente en Telemadrid. Ahora, Aguirre sólo exhibe los despojos. No puede esconder que reinaba sobre una pirámide desde la que sus hombres manejaban las teclas de Gürtel y la trama Púnica. ¿Acabará siendo carne de ficción a la manera de su admirada Sarah Palin en la fascinante tv movie Game Change? Chicha para eso, sobra.
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