Aquí y ahora

El grupo Mediaset desplegó todo su poderío en el lanzamiento de su nueva serie, Anclados, insistiendo en que está desarrollada por los guionistas de Aída, uno de sus mayores éxitos. Primera impresión: arranca espectacularmente con un 21,7% de audiencia y 4.098.000 espectadores, con lo que cumple el cometido de sustituir eficazmente a La que se avecina. Primera reflexión: su proximidad con la realidad nacional inmediata es, probablemente, su mayor defecto.

El punto de partida de la serie, con un casting funcional en el que destacan Rossy de Palma, Joaquín Reyes, Alfonso Lara y Miren Ibarguren, ésta con un parche en un ojo que recuerda a la Amparo Soler Leal de Las escopetas... berlanguianas, tiene gracia: un juicio al capitán del barco y al director del crucero por haber provocado con una torpe maniobra que el Bribón, el yate real, volcara en aguas de Mallorca con toda la dignísima familia dentro (“y Froilán nos hizo un calvo”, denuncia el director). A partir de ahí, el desmadre carpetovetónico, un subgénero del vodevil que con frecuencia se acerca más a Manolita Chen que a Preston Sturges o Neil Simon.

Infidelidades, reivindicaciones laborales, algún conflicto étnico, todo entremezclado en un escenario —un crucero— que hace tiempo se ha transmutado desde un icono de las vacas gordas económicas a, probablemente, un martirio para sus pasajeros, obligados a sonreír permanentemente y a escuchar lo de “Pajaritos a bailar, / cuando acabes de nacer, / tu colita has de mover, / chu, chu...”.

El que, como sus promotores afirman, se consolide como una comedia ácida, rompedora, moderna y pegada a la realidad no depende de ellos, naturalmente, pero lo que sí es una opción aceptada es ese apego a la realidad que a la larga se puede volver contra la serie. ¿Quién se acordará, por ejemplo, del Pequeño Nicolás en la siguiente reposición dentro de un año?