Risto Mejide, el comisario
En 'Al rincón de pensar', Mejide dejó constancia de su 'ego-trip' con un prólogo aparatoso


Dos consideraciones previas: Al rincón de pensar le ha mandado al rincón de después-de-perdido-el-zapato-de-Cenicienta (Antena 3, 0.15). Y Risto Mejide dejó constancia de su ego-trip con un prólogo aparatoso: voz en off del propio, cita de Goethe, coros operísticos y una explicación de por qué ÉL se fue de Mediaset para aterrizar en Atresmedia, un detalle que, al parecer, obsesiona a la audiencia.
Las charlas tienen un denominador común: "La mala leche, vende", en palabras de Mejide, por más que use distintas intensidades de mala leche. Con Borja Sémper, presidente del PP de Guipúzcoa, tuvo una agresividad digna de un comisario de policía con dolor de muelas. Con los Hombres G, todo era amabilidad. Ya le pasó lo mismo en su época del Chester con Pedro Sánchez y Sabina.
Un decorado sin florituras salvo el nombre de Risto Mejide en la pared: que se note quien manda. De Sémper le interesaban, básicamente, dos cosas: que dijera los nombres de quienes le habían intentado sobornar en su etapa de concejal de Urbanismo en Irún y que explicara por qué no se ha ido de un partido trufado de corruptos. Sémper, curtido en mil batallas (ser militante destacado del PP en tiempos de ETA tiene su aquel), no le dio nombres y le explicó que seguía estando de acuerdo con la mayor parte del ideario popular aunque rechazaba totalmente determinadas conductas y propuestas. Quiso descender el presentador al terreno de los amoríos personales, a lo que el entrevistado se negó educadamente.
Con los Hombres G, al comisario ya no le dolían las muelas, es mas, ni siquiera era comisario: había pedido una excedencia. Un grupo de éxito, con una popularidad juvenil inimaginada, con una especie de montaña rusa sentimental y profesional y unas explicaciones coherentes sobre su carrera. Eso fue todo a la espera de que vuelva el comisario.
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