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Mural caricaturesco

Villalobos completa su trilogía sobre los tópicos más hirientes de México con una mezcla de crónica y delirio

Juan Pablo Villalobos (México, 1973) prolonga con esta novela la excéntrica exploración, rebosante de humor, que inició con Fiesta en la madriguera (2010) y continuó con Si viviéramos en un lugar normal (2012), también publicadas en Anagrama, sobre los tópicos más hirientes de la sociedad mexicana, completando así su anunciada trilogía. Villalobos es un escritor con propósito que ha sabido llevarlo meritoriamente a su término. La primera novela filtraba la candidez distorsionada de un niño criado en el lujo del narcotráfico; la segunda se extendía sobre una familia desmembrada y empobrecida, que aún podía seguir empobreciéndose, vista con los ojos de un adolescente. En Te vendo un perro, el narrador es un taquero jubilado, pintor frustrado (como su padre), dado a la bebida y a la incongruencia, cuyo mayor tesoro es un ejemplar de la Teoría estética de Adorno, con el que se opone a la tertulia literaria de sus vecinos jubilados en el zaguán del desastrado edificio donde vive, que no es la única molestia que tiene que soportar de esos “fundamentalistas literarios”, pues también se dan ahí clases de yoga, computación y macramé, y se proyectan visitas a museos y a lugares de interés histórico.

Este apunte acaso dé una idea de la sátira de Villalobos. Nada queda fuera de la rechifla. Aquí el escritor ha extendido su campo de operaciones hasta abarcar a la propia literatura. La novela, no obstante, es mexicana “hasta el tope”, como dice la canción de Cuco Sánchez. Y es una parodia del propio novelista que, en tanto que escritor, no se descarta de la chanza y demolición de los valores actuales, en los que incluye la necesidad de escribir. Hay peripecias desternillantes y personajes reales, como el pintor Manuel González Serrano, conocido como El Hechicero, que murió indigente en el centro de México. Villalobos mezcla crónica y delirio sirviéndose de estrafalarios personajes y con los recuerdos familiares del narrador recorre en un mural caricaturesco la historia de México.

El recurso a la farsa de Villalobos no deja títere con cabeza. Y bajo la acomodación a la risa emerge una instructiva compasión por la marginalidad que orienta la novela a favor de lo más imprevisto y desconocido, dotándola de una solvencia que reclama la autonomía de la imaginación sobre la realidad, a modo de reprimenda contra la convención del género, tan estimulante como el humor. Pero la novela tiende, en ocasiones, a desmadrarse; y, aunque el autor contiene la dispersión, no puede evitar contaminarla de arbitrariedad, que es el peligro del exceso de irreverencia. Pero incluso con sus desajustes, es más que una notable novela. Juega a la bufonada para evitar la asimilación como mercancía cultural, con un espíritu disolvente que descree de conseguirlo, pero que permitirá al lector respirar mejor, con menos prejuicio literario en los pulmones.

Te vendo un perro. Juan Pablo Villalobos. Anagrama. Barcelona, 2015. 256 páginas. 16,90 euros.

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