Zancadilla
La negación de recursos es un hábil sistema para vaciar de contenido cualquier estamento independiente
La hegemonía del berlusconismo fue una evidencia en la Italia del pasado cuando ya solo le quedaba un enemigo posible, el poder judicial. En democracia, la absorción de las instituciones por parte de un partido asentado en fuertes mayorías electorales, a la larga, deslegitima el sistema, al fagocitar la información pública, la independencia institucional, los recursos colectivos, quedando un único recinto donde escenificar cierta resistencia: la instrucción de un juez. Hace algunas semanas, una especie de comando del funcionariado judicial ha elegido las redes sociales para mostrar la degradación y la imposibilidad de un funcionamiento acorde con su importancia de los juzgados. La negación de recursos es un hábil sistema para vaciar de contenido cualquier estamento independiente. Es algo así como quitar la pelota a quien pretende jugar al fútbol. Juegue, juegue usted. ¿Y la pelota? Eso no es asunto mío.
Cualquiera que perciba la actividad judicial en España a través de los medios de comunicación y tenga un pellizco de sensibilidad notará este desbordamiento. Causas que se desparraman por las costuras, inabarcables, todo tipo de zancadillas para que el proceso se enmarañe y termine en prescripciones, vías muertas, en el sótano encharcado y sucio de tantos recintos judiciales a los que se ha permitido degradarse. Vemos que los jueces han tenido acceso a una ínfima parte de las cuentas bancarias ilegales de españoles en el extranjero, y tan solo por la extracción del empleado Falciani. La petición de más informes y la colaboración con la justicia se enfrenta habitualmente al interés de un negocio que roza, como en el banco andorrano recién intervenido, el delito.
El juez Ruz ha embarrancado contra la Oficina Antifraude a cuenta de la famosa caja b con la que el partido gobernante cometió ese acto asombroso de realizar las obras en su sede central pagando en negro. Esa oficina institucional está controlada por alguien muy cercano al partido, por lo que las maniobras de distracción no son tan inocentes como pudieran parecer. La zancadilla es un arte, que requiere golpear a la altura exacta para provocar el tropezón, pero también hacerlo de manera tan subrepticia que parezca un accidente. En la actualidad todos los tropezones parecen fruto de la crisis. No hay recursos, nos dicen. Ya.
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