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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Carajal

Hay un carajal armado en España que ha situado a la policía en medio del esperpento

David Trueba

Hay un carajal armado en España que ha situado a la policía en medio del esperpento. Las televisiones dan cuenta de cómo los cuerpos de seguridad son zarandeados de acá para allá, según mande la verbena política. Ellos se defienden con el corporativismo habitual. Uno de los lugares de conflicto es El Tarajal, donde el ahogamiento de emigrantes en el mar coincidió con la orden de dispararles balas de goma mientras trataban de alcanzar a nado la costa. La transparencia y la proporción en las actuaciones están enfangadas por una búsqueda a toda costa de eludir responsabilidades, lo que promueve la cerrazón en el error.

La política fronteriza despacha a las fuerzas de seguridad una papeleta inhumana. Por eso, a la hora de proceder al cumplimiento cabe compartir con la ciudadanía lo que consideren contradicciones, atentados a los derechos humanos, órdenes imposibles de cumplir y demás traiciones del aparato legislativo contra los peones a pie de conflicto. Queremos saber lo que pasa en nuestras fronteras y las fuerzas de seguridad son las que nos pueden dar la más auténtica versión. A esto hay que sumarle participaciones bizarras de los cuerpos policiales en los casos de Francisco Nicolás, el seguimiento a Bárcenas, la complicidad con Granados y, por supuesto, los encontronazos con Esperanza Aguirre e Ignacio González. Ellos dos solitos van a acabar por sentar nueva jurisprudencia en sus enfrentamientos con funcionarios policiales, a los que contraponen la musculatura del poder.

Los líderes populares en la capital han abierto una brecha enorme. La última tiene que ver con la acusación de chantajistas a dos comisarios. Tal carajal merecería una respuesta razonada del Ministerio del Interior, aclaraciones y discurso claro. Pero no van por ahí los tiempos, sino que además se mezclan con la calmosa designación desde el dedo de Rajoy de los candidatos para las próximas elecciones locales. Ahí afuera, sencillamente parece que se le aplica a González la medicina recetada por otros para tratar una dolencia llamada Tomás Gómez, que pudo haber sido, y ya no lo será, su rival electoral, si es que él llega a ser el candidato en tándem con su maestra y predecesora en la presidencia de la Comunidad. En el zarandeo, a los policías les ha correspondido un papelón.

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