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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿El mejor?

Al parecer esa innegociable divinidad se llama Cristiano Ronaldo, señor que frota en su camiseta el símbolo del campeón cuando le largan del campo por soltar una patada demencial

Carlos Boyero

Me asaltan temblores ante la renovada crucifixión que le espera durante esta semana a Casillas, al que habían devuelto recientemente a los viejos altares, cuando el balón se empeña en cruzar la línea fatídica entre su torso y su sobaco. No me extrañaría que aquel ser tan tóxico para el fútbol y para la vida llamado Mourinho ofreciera su venenosa opinión sobre el trascendente error de ese jugador modélico, justificadamente legendario.

Y aunque sea a costa de mi frustración celebro que la volcánica afición atlética, acostumbrada tantas veces al fracaso y a afrontarlo con dignidad, sin que su amor desfallezca, lleve tanto tiempo viviendo el éxtasis. Y lo recordarán siempre, aunque el poema de Ernest Dowson asegure en plan cenizo: “Largos no son los días de vino y rosas, de un nebuloso sueño surge nuestro sendero y se pierde en otro sueño”. Pero aunque no perdure, que nos quiten lo bailado a los que hemos sentido alguna vez el esplendor en la hierba, la gloria en la flor, esas cursiladas del corazón.

Tampoco ayer se puso de acuerdo con la realidad el fatigoso y abusivo mantra que repiten cada vez que abren la boca no ya los fanáticos y los ciegos sino también desde el señor Pérez (es su negocio) hasta los espíritus más ecuánimes de la gran familia blanca. Qué pesadez repetir continuamente de algo o de alguien que es lo mejor del mundo. Al parecer esa innegociable divinidad se llama Cristiano Ronaldo, señor que frota en su camiseta el símbolo del campeón cuando le largan del campo por soltar una patada demencial o reivindica histriónicamente su monarquía cuando marca un gol de penalti en una final a un equipo que ya se siente desolado, lacerante, perdedor. Pero resulta que Dios hace mínimo acto de presencia en muchas batallas decisivas, aunque sea implacable con los débiles.

De acuerdo. Es muy bueno, es un superdotado. Pero un genio es otra cosa. Este no solo es eficiente, su arte posee aroma, hace de forma muy hermosa lo que no puede hacer nadie. O sea, Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona, Zidane, Messi, gente así. Maradona, tan impresentable como personaje público, exclamó en su emocionada retirada como jugador: “Yo me equivoqué y pagué. Pero la pelota no se mancha”. En muchas citas históricas, Cristiano no es que manche la pelota, es que no la huele.

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