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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La cagada

Los vídeos colgados por las familias andaluzas durante la Nochevieja son la mejor expresión del rigor con que funciona el grupo humano en situaciones de emergencia

David Trueba
Enrique Sánchez y Ana Ruiz, durante la retransmisión de las campanadas en Canal Sur.
Enrique Sánchez y Ana Ruiz, durante la retransmisión de las campanadas en Canal Sur.

La televisión es todo o nada. Especialmente en España. Fíjense en el canal autonómico valenciano, que fue durante años una prioridad manipuladora de su Gobierno y tras quebrarlo les resulta natural su ausencia. A nadie le importa un carajo la televisión, pese a que la tengan más cerca que a los familiares más queridos. Y sin embargo, cuando algo pasa, la televisión es lo más importante. En un país en el que nadie dimite aunque haya muertos por su nefasta gestión, bastaron unas horas para que el responsable de continuidad de Canal Sur dejara su cargo y se abriera una investigación para llegar al fondo del escándalo por la no retransmisión de las uvas de Fin de Año en Canal Sur.

Hace años, el Tano Pasman, un aficionado del River Plate que vio cómo su equipo descendía a la serie B del fútbol argentino, fue filmado por su familia frente a la tele, desolado y roto, en una rabia insultadora demente que se convirtió en la más hermosa escena de cercanía emocional entre quien mira y lo que ve a través de la pantalla. Tras el Fin de Año fallido, los vídeos en la Red colgados por las familias andaluzas que gozaban de grabarse comiendo las uvas se han convertido en un acontecimiento visual. Son la mejor expresión del rigor con el que funciona el grupo humano en situaciones de emergencia.

Todos arrancan con el revuelo familiar previo a las uvas. Los mismos que gritan piden silencio para no perder detalle. Pero cuando se desata la tragedia televisiva y comprueban que las campanadas han sido tapadas en emisión por los anuncios, la reacción es idéntica. Primero asombro, luego alguien toma la iniciativa de cantar las uvas para los demás aunque sea con una cacerola o chocando un tenedor con la botella de cava. Se celebra el año nuevo y acto seguido pasan a cagarse en los muertos del canal y a prometer todo tipo de actos de venganza, mientras se retoma la normalidad. A la larga se agradecerá, y cómo, haber vivido el momento. Y todos los que padecimos la retransmisión habitual, en el fondo, echaremos de menos no haber vivido la cagada y poder contarla y recrearla hasta que la tele nos regale otra anomalía.

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