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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Daño 2014

El atontamiento informativo, labrado con la abrumadora cascada de información anecdótica disfrazada de esencial, ha topado con la resistencia ciudadana

David Trueba

Para los medios de comunicación el año que se cierra deja un consuelo, podría haber sido peor. La última dilación del Gobierno para proceder a la mudanza de los canales de TDT demuestra que el consumidor de tele español no tenía el gasto en antenista como una prioridad, por más que al final vaya a ser cubierto por el Estado, en otro desembolso precipitado y sin cálculo cierto. La entrada poderosa de Telefónica en el mundo televisivo nacional ofrecerá competencia a los dos canales tradicionales, Antena 3 y Telecinco, dueños de la oferta mayoritaria tras una legislatura que está siendo demoledora para los canales públicos, víctimas de un descenso alarmante en la credibilidad, la posibilidad de negocio y el servicio colectivo. Una tragedia evidente causada, una vez más, por la borrachera de poder de los partidos en gobierno.

Pero más allá de nuestro ámbito, el periodismo ha sufrido uno de los peores escenarios que se recuerdan en mucho tiempo. El Comité para la Protección de Periodistas ha confirmado que en la última década han sido asesinados más de 500 profesionales de la información. En la década previa no llegaron a 400. Las ejecuciones retransmitidas son ya un plato habitual con el que nos desayunamos cuando hablamos del avance del islamismo integrista. Pero detrás de las atrocidades cometidas en nombre de la religión hay también un balance penoso en las libertades, principalmente debido a la concentración de poder mediático en pocas manos y la crisis económica de los medios. Las alternativas, vivas y avispadas, son por ahora proyectos de rentabilidad limitada.

Las acciones contra medios en Turquía y Rusia se unen a la intimidación real que se padece en México, China, Arabia Saudí, Venezuela o en otros países que han optado por la persecución de periodistas o algo más sutil pero igualmente odioso consistente en señalar a los críticos, entablar con ellos una batalla dialéctica que siempre será ganada por el aparato del poder frente a la opinión individual. El atontamiento informativo, labrado con la abrumadora cascada de información anecdótica disfrazada de esencial, ha topado con la resistencia ciudadana. Es la parte más saludable de la crisis. Parte de la gente, por fin, quiere saber y no se conforma con la versión oficial, distanciada y machacona.

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