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CRÍTICA / 'PLANETA CALLEJA'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pedro Sánchez el intrépido (y señora)

El líder del PSOE, empeñado en agradar, cuelga de un molino y asciende un gran peñón junto a Jesús Calleja, a quien también abre las puertas de su casa

Ricardo de Querol
Jesús Calleja y Pedro Sánchez, colgados de un aerogenerador en 'Planeta Calleja'
Jesús Calleja y Pedro Sánchez, colgados de un aerogenerador en 'Planeta Calleja'

Jesús Calleja es todo un aventurero: le hemos visto subir al Everest, nadar entre tiburones, caer al agua en un accidente de globo, casi naufragar en el océano Antártico. Además ha resultado ser un solvente presentador y entrevistador, como demostró el domingo junto a Pedro Sánchez en el inicio de la segunda temporada de Planeta Calleja, el programa de Cuatro en que se lleva a un invitado a sus actividades de riesgo pero también él se cuela en la vida ajena. El secretario general del PSOE, empeñado en esta etapa en agradar y salir mucho en la tele, aprovechó la ocasión y el 8,7% de share para exhibir capacidades atléticas y eso que llamaban talante, pero también para abrir las puertas de su piso y presentarnos a su mujer: Begoña Gómez, licenciada en Marketing y MBA, consultora y madre de sus dos hijas, que quedaron fuera del plano.

Primero Calleja se pegó a Sánchez durante toda una jornada y a mediodía ya se había dado cuenta, con sorna, de que había hecho seis promesas electorales. A ese ritmo, calculó, serán 20 promesas al día. Vimos a Sánchez pararse a charlar con un joven indignado, felicitar al padre de un bebé que se le cruza. El aventurero acabó cenando en su casa y durmiendo en su sofá, después de sacar pequeñas confidencias a Begoña Gómez, como que él apenas cocina “platos de soltero” (espaguetis o tortilla a la francesa) o que a ella no le hace ilusión residir en La Moncloa. A la pareja se la veía desenvuelta, y cariñosa, ante la cámara. Nada de miedo escénico.

Ya en su terreno, Calleja hizo sudar a Sánchez al descolgarse ambos en rápel desde un aerogenerador de 70 metros (del patrocinador Iberdrola), y luego escalando el imponente peñón de Ifach, en Calpe, de 332 metros. Así que el conductor pudo tirarle de la lengua en un contexto poco habitual: trató de hacerle entender el cabreo ciudadano suspendidos en el vacío; le insistía sobre Podemos en lo alto del peñasco. Con la inocencia de quien no pretende pasar por periodista, le preguntó si echará a Chaves y Griñán, sobre su pelea con Susana Díaz o si había probado el porro (“yo era más de ligar”, respondió a lo último).

El candidato socialista quiere ser espontáneo (cuando inició la escalada bromeó: “Mariano, anímate”), pero algunas de sus respuestas eran calcadas a las que dio el domingo anterior en Salvados (La Sexta), donde le reunieron con una familia de desencantados con el PSOE. “Ni yo soy casta ni ellos tan castos”, repite. Es lo malo de la sobreexposición mediática: que quizás veamos que lo espontáneo se prepara al detalle.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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