Broma
Admitiendo que el nuevo Rey está haciendo un meritorio esfuerzo para que el ancestral negocio de sus antepasados no se venga abajo, tampoco es suficiente razón para escuchar atentamente su discurso
Informan que en el último mensaje navideño de su Majestad ha subido notablemente la cuota de devotos o interesados espectadores que quieren saber en directo lo que piensa el timonel sobre el estado de las cosas. Yo me liberé de esa patriótica obligación hace muchos años, desde la muerte de mi padre, que imponía silencio en la mesa familiar cuando el jefe del Estado abría su trascendente boca para felicitar la Navidad a sus fervientes, indiferentes o díscolos súbditos.
Admitiendo que el nuevo Rey y su esposa están haciendo un muy meritorio esfuerzo de imagen para que el ancestral negocio de sus antepasados no se venga abajo en tiempos tan encabronados, tampoco es suficiente razón para escuchar atentamente su discurso. Lo imagino previsible aunque exista el suspense hitchcockiano de si va a citar las travesuras económicas de una persona que lleva su misma e incontaminada sangre azul.
Feliz en mi ignorancia del mensaje real, recibo una llamada telefónica de un amigo en la que informa de que lo primero que ha dicho Felipe VI es que la próxima semana convocará un referéndum sobre la Monarquía. Y que todo el mundo consecuentemente ha flipado con su revelación. Durante unos segundos me lo creo, hasta que las carcajadas de mi amigo al otro lado del teléfono repitiendo jocosamente: “Te lo has creído, ha colado, sigues igual de tonto” me hacen recordar que esa persona es un bromista impenitente, que no es la primera vez que ha intentado convencerme de que se han topado con un ovni o de esa imagen tan antigua y surrealista de haber visto a un burro volando entre nubes.
Pero después comienzo a pensar en la posibilidad de que al Rey se le hubiera ocurrido propuesta tan insólita y llego a la conclusión de que hubiera sido un éxito, que habría ganado el referéndum no solo apoyado con el voto de los monárquicos sino también de los republicanos en posesión de sentido del absurdo y del humor o de los escépticos que jamás han sabido para que sirve la realeza, aunque tampoco cuál es la utilidad de los políticos para el resto de la gente, descartando a banqueros, constructores y grandes empresarios. Cada vez me gusta más la demagogia y el populismo.
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