Mirar de frente la decepción
El último disco de Conor Oberst es la confirmación de una voz propia
Satirizado por representar el perfil depresivo con que todo veinteañero anhela conectar para explicarse su temprana zozobra, Oberst (Nebraska, 1980) debutó como líder de Bright Eyes, marca que conectaba con el público indie. Niño prodigio adulado demasiado pronto, pugna por eludir el peso de la identidad, reinventarse sin aguar su congoja ante la soledad, la sensación de que el tiempo transcurre ajeno a la desazón de vivir y sentir, a la indecible muerte… Pese a tan mórbida perspectiva, su nuevo álbum resuena tonificante.
Es la confirmación de una voz propia, vitalmente autocompasiva, conductora de composiciones que equilibren sombras y luces, de melodías sustentadas en los distintos palos en que ramificó el folk-rock. Así, entre Time Forgot y la lúcida desesperanza final de Common Knowledge, asistimos a diversas gradaciones de contrariedad existencial, a veces susurradas, otras orquestadas, que logran un efecto cauterizador de su inicial tristeza. Mirar de frente la decepción, musicarla, la atempera. Siempre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.