Imágenes de la Guerra Civil
Ningún conflicto ha construido una imagen tan romantizada de un país
Este año se conmemora el 75º aniversario del final de la guerra civil española y en la Pallant House de Chichester, Inglaterra, se acaba de presentar una exposición modesta, rigurosa y a su modo extraordinaria como rememoración, donde se exponen algunos de los artistas que tomaron la contienda de 1936 como punto de partida para sus reflexiones. Muchos eran brigadistas; otros, próximos a las filas republicanas; testigos, pues, del acontecimiento en primera persona.
De hecho, se diría que ninguna guerra ha inspirado tantas obras ilustres —desde Picasso hasta Motherwell—, sobre todo porque ninguna ha construido una imagen tan romantizada de un país, de partida ya romantizado a través de los viajeros del XIX. Testimonios como los de Hemingway, los poetas W. H. Auden y David Gascoyne, John Cornford —muerto durante la batalla de Lopera con 21 años— y otros escritores ingleses y norteamericanos ponían en evidencia la lucha desproporcionada del poderoso ejército golpista y el republicano, compuesto en su mayoría por voluntarios que, como los retrata Robert Capa en la famosa foto que fue portada de Life en julio de 1937, luchaban a pecho descubierto, vestidos con poco más que una camisa a medio abrochar.
Quizá por esa misma leyenda luminosa e internacional, unida a la esencia de premonición de lo que poco después iba a ocurrir en Europa tras el paso terrible del ejército de Hitler, la guerra civil española fue el punto de partida para la denuncia de los abusos militares. Es el caso del propio Guernica, obra que alude a los bombardeos en la ciudad, y de tantas imágenes célebres, como las del citado Capa, quien sería más tarde reportero de la II Guerra Mundial. Capa solía repetir a su pareja, la también fotógrafa y activista Gerda Taro: “Si la foto no ha salido bien es que no estabas lo suficientemente cerca”. Dicha frase debió grabarse en la memoria de Taro, quien se acercaba tanto en busca del instante perfecto que en julio de 1937 moría aplastada por un tanque en la batalla de Brunete. Otras mujeres seguían sus pasos: Kati Horna, con sus imágenes de la contienda española, reflexionaba sobre la vida y las desdichas diarias lejos del frente, en un ambiente de supervivencia.
El papel de las mujeres en la guerra civil española fue desde luego esencial, milicianas a menudo retratadas, o “brigadistas” como la pintora Felicia Browne —uno de los descubrimientos de la exposición de Pallant House—. Browne fue la única mujer que se alistó como voluntaria desde Inglaterra, en julio de 1936, y la primera en morir en la contienda —con 32 años y por ayudar a un camarada herido—, no sin antes haber capturado con su lápiz imágenes memorables. Browne, otra de las tantas mujeres perdidas —doblemente perdida en este caso, dado que su cuerpo tuvo que ser abandonado debido a la intensidad del fuego cruzado—, habla de un destino trágico y heroico que, sin embargo, no se trasluce en sus dibujos del frente, narraciones libres de toda sentimentalidad. Junto a ella, la exposición recupera otros artistas —Clive Branson o Hubert Finney— cuyas descripciones del dolor de los prisioneros o los voluntarios desvelan esa pasión extranjera por la causa republicana, la misma que proponen los pósteres también expuestos.
Se desvela, por tanto, el compromiso político de una generación de intelectuales ingleses, quienes tuvieron además ocasión de ver el famoso cuadro de Picasso en Londres gracias a la visita organizada por Roland Penrose. Son imágenes que hablan de una gran generosidad, el gesto desprendido por defender la libertad en apariencia ajena. La historia probaría lo contrario: apenas unos meses después del final de la guerra civil española comenzaba la contienda europea. Nunca se está del todo a salvo.
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