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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Necesario

El inimitable sarcasmo de Wyoming, su corrosiva gracia, su ancestral vocación surrealista, su venenosa lengua, son tan higiénicas como necesarias

Carlos Boyero

Cuentan que la luminosidad ayuda a suplir las carencias alimenticias del estómago e incluso a hacer llevaderas las heridas del alma. Hay países en los que la supervivencia está cruda para la mayoría de la gente y sin embargo no les hace perder una alegría que parece genética, alimentada por el sol y el clima, mientras que en otras naciones tan civilizadas como bienaventuradas económicamente, los inacabables inviernos, los cielos casi siempre plomizos, oscuros o grises, el frío glacial, la nula armonía entre una atmósfera inclemente y los decaídos estados de ánimo, hacen que sean paradójicos y trágicos campeones en la estadística de suicidios, lo cual se contradice con esa institucionalizada verdad universal de que las penas con pan son menos. A lo mejor, también la calidez ambiental hace que se olviden un poco de sí mismas.

El excesivo y cotidiano fango moral que pringa este país (seguro que existió siempre, pero el Espíritu Santo ha decidido informarnos ahora a los ignorantes de que la rapiña es absoluta; también intentar calmarnos asegurándonos que los manguis poderosos pasarán un conveniente ratito en la cárcel, eso sí, con su botín casi intacto) provoca en cualquier ciudadano sufriente un alarmante estado entre físico y metafísico llamado náusea.

Pero esa sensación de podredumbre desaparece momentáneamente y es sustituido por algo tan terapéutico como la sonrisa o la carcajada, gracias al informativo más fiable y realista sobre el asqueroso estado de las cosas que ofrece la televisión. Se supone que El intermedio es un programa satírico, un retrato voluntariamente esperpéntico del consentido reinado de la mierda, de las cochambrosas actuaciones y el desvergonzado pero también imbécil discurso que ofrecen a la gente esos patéticos y zarzueleros actores y actrices que han dedicado su sacrificada existencia al logro del bien común. El inimitable sarcasmo de Wyoming, su corrosiva gracia, su ancestral vocación surrealista, su venenosa lengua, son tan higiénicas como necesarias. No servirá para entrullar a los gánsters que legitimaron tontamente los votos, pero la inteligente burla de ellos alivia un poco. También se convierte en el documento más riguroso sobre un duradero imperio de canallas.

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