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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Adán, Eva y el láser de diodo

Los concursantes del programa de citas de Cuatro van en cueros, sí. Pero no precisamente como su madre los trajo al mundo

Luz Sánchez-Mellado

Si Durero levantara la cabeza y viera —cinco siglos después de pintar su celebérrimo díptico Adán y Eva— a los protagonistas del programa homónimo de Cuatro, puede que no volviera a palmarla. O, al menos, no por el choque espacio-tiempo. Vería hombres y mujeres desnudos, como sus personajes bíblicos, y con los genitales realzados, como ellos, con afeites de distinta naturaleza. Los de los modelos de 1507, camuflados y adornados a la vez con ramas de manzano. Los de aquí y ahora, camuflados y puestos espectacularmente de relieve a la vez al despojarlos de la coraza del vello púbico. Porque, diga lo que diga la promo, en Adán y Eva, el concurso, más que en pelota picada, ellos y ellas van en pelota pelada.

Los concursantes del nuevo programa de citas de Cuatro van en cueros, sí. Pero no precisamente como su madre los trajo al mundo. El 100% de los siete concursantes vistos hasta ahora –cuatro hombres y tres mujeres­– en este espacio de búsqueda de pareja supuestamente a pelo —sin maquillaje, estilismo, trampa ni cartón ninguno—, salen con toda una producción encima. Todos se han sometido a un proceso de depilación integral, probablemente mediante láser de diodo, el método más solicitado hoy en los centros de belleza que proliferan hasta en el último rincón del último barrio marginal del país, sobre todo en esas latitudes. Aparecen, ellos y ellas, desprovistos de todo rastro de pelo en el cuerpo salvo de cuello para arriba. Ahí, sí, se sueltan la melena.

Alguno de los varones lleva barbas más o menos recortadas o hirsutas, y cabelleras más o menos salvajes o domadas a tijera. Pero lo más paradójico es, quizá, lo de alguna de ellas, que se sirve de extensiones capilares para poder cubrir sus pechos con la resultante cascada de pelo mientras luce el monte de Venus completamente al raso. Si algo ha quedado claro con este programa, más allá de que hay gente para todo, es que el pudor es libre. Que mostrar unos atributos da más vergüenza que otros. Y que la depilación integral es tendencia absoluta entre los concursantes de realities.

El 80% del millar de personas de entre 20 y 40 años que se presentaron al casting del espacio, sabedores de que la desnudez era requisito indispensable para ser elegidos, llegó “depilado de casa”, según fuentes de Eyeworks, la productora del formato. Los finalmente seleccionados no recibieron, aseguran, ninguna sugerencia al respecto, pero el porcentaje de rasurados se mantuvo más o menos estable. Veremos, por tanto, hombres y mujeres de pelo en pecho y en pubis en los ocho capítulos que quedan por emitir desde la idílica playa croata. Pero, de momento, ningun velo, por muy natural que sea, dificulta la visión de los aparatos reproductivos de los concursantes por parte de la audiencia. El misterio, si lo hay, está más en sus ojos que en sus sexos.

Ya lo sabía Durero. Hasta en la desnudez total hay artificio, pose y voluntad de estilo. Ya pueden desgañitarse Madonna, Cameron Díaz o Penélope Cruz con que el vello es bello. Aquí y ahora, triunfa la alopecia selectiva. Ante semejantes extremos, quizá la virtud esté, como dijo Aristóteles, en el término medio. Ni tanto, ni tan calvo.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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