Desahucio y fuga de Aurélia

Olvídense por un día del afán de verosimilitud realista que colmata nuestros escenarios y los iguala por abajo. Aurélia Thierrée tiene otro recorrido a sus espaldas, y otros horizontes. Sus escuelas son el teatro de variedades, el ilusionismo y el circo; sus maestros, Victoria Chaplin, Jean-Baptiste Thierrée (sus padres) y su abuelo, Charles Chaplin; y sus referentes estilísticos, el surrealismo magrittiano,la fantasmagoría y el grand-gignol. Los espectáculos que protagoniza, concebidos y dirigidos por mamá, poco tienen que ver con ningún otro de los que puedan verse hoy, a excepción de los de su hermano James Thierrée y de los de Philippe Genty, también maestros en el arte de envolver al público en una espiral onírica sin fin. En Murmures des murs (que se representa el viernes 24 en el Festival de Teatro de Vitoria), el estrés del desahucio al que está abocada embarca a su protagonista en una pesadilla, en cuyo curso el plástico de embalar se convierte en animal monstruoso. Las paredes de la casa se desplazan, en el papel pintado surgen repentinamente paisajes exóticos y las calles se tornan en laberinto, sin hilo de Ariadna.

Criaturas de toda índole aparecen, se desvanecen como por ensalmo, se bilocan, se metamorfosean en quimeras, son tragadas por inmuebles destartalados y hambrientos, bailan frenéticamente y salen por los aires cuando menos lo esperamos. La Thierrée, Magnus Jakobsson y Jaime Martínez, sus intérpretes, apoyados por un grupo de maquinistas de mérito, ejecutan con virtuosismo una vertiginosa coreografía de personas, objetos y tramoyas, y convierten el escenario en lugar a medio camino entre el gabinete de curiosidades y la chistera del mago.