Nueva alabanza de aldea
Amistad, infidelidad y la vida rural son claves en la primera novela de Nickolas Butler, lírica y notable
El escritor Nickolas Butler (Allentown, Pensilvania, 1981), creció en una pequeña ciudad de Wisconsin, Eau Claire, en el corazón del Medio Oeste. Este dato, unido al hecho de que el autor vive con su mujer y sus dos hijos en pleno campo, resulta fundamental para comprender el trasfondo autobiográfico —y también la reivindicación de cierta identidad— que se detecta en su primera novela.
En Canciones de amor a quemarropa cuatro hombres y una mujer alternan voces para narrar sus amores y vidas. Al hecho de la amistad que les une y de haber crecido juntos en el ficticio pueblo de Little Wing, Wisconsin, se suma el hilo conductor de las bodas de todos ellos. Los primeros en casarse fueron, Henry y Beth, que tienen dos hijos y viven en la granja que él heredó de sus padres, donde cultivan la tierra y cuidan de 120 vacas.
De los otros tres miembros de la pandilla, la boda más importante para la trama es la de Lee, un músico de éxito internacional que se casa en Nueva York con una actriz también famosísima. A los seis meses la pareja se divorcia y un Lee triste y perdido regresa a su patria chica, Little Wing, en donde comete la maldad de confesar a su mejor amigo, Henry, que hace muchos años se acostó con su esposa Beth y que sigue queriéndola. Esto provoca la ruptura entre los dos y una tormenta de odio y celos en el cabal Henry, cuya resolución se convierte en la intriga básica de la historia. Pese a la diferencia entre las situaciones a más de un lector le llegarán los ecos de la infidelidad —y su enorme peso— en Libertad, la novela de Jonathan Franzen quien, por cierto, también es oriundo del Medio Oeste.
El planteamiento de este conflicto sirve para mostrar dos modelos de vida —el urbano y el rural— tan antiguos como el hombre, los mismos que Antonio de Guevara abordó en su Menosprecio de corte y alabanza de aldea, y con el mismo enfoque. Porque la tesis principal es que el hombre puede redimirse mediante la observación y el contacto con la naturaleza. También mediante una aceptación de la vida sencilla y familiar, del matrimonio para toda la vida y la huida de cualquier sofisticación, como personifica el granjero Henry que, según se nos dice, "es mejor, más fuerte" que el músico Lee.
Desde luego que hay en Butler algo de los trascendentalistas americanos (del Emerson de Ensayo sobre la naturaleza y del Thoureau de Walden), en la sensibilidad romántica con que idealiza esa vida campestre que todavía está vinculada a los ritmos de las cosechas y las migraciones de las aves. También hay un regionalismo que, como cualquier canto a unos orígenes geográficos, no puede ser sino tradicionalista. No le resta valor a esta primera novela que, gracias a su lirismo y a la habilidad con que articula detalles reveladores, no debería pasar desapercibida.
Canciones de amor a quemarropa. Nickolas Butler. Traducción de Marta Alcaraz. Libros del Asteroide. Barcelona, 2014. 344 páginas. 21,95 euros
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