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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La mano y la tableta

Con la mano los tertulianos avisan al moderador de que ya es su turno, y con la tableta se distraen mientras habla el otro

Juan Cruz

Los tertulianos de la televisión (y los de la radio, aunque a éstos no se les ve) tienen a mano dos armas que usan sin descanso: la mano y la tableta. Con la mano avisan al moderador de que ya es su turno, como si eso fuera el mercado o la peluquería, y con la tableta se distraen mientras habla el otro. Una vez un moderador (Sergio Martín, La noche en 24 horas, TVE) llamó la atención en público a uno de los suyos. Vino a decirle: “Aquí quien pone los tiempos soy yo”.

Pero no es frecuente que en ese guirigay que se forma en las tertulias, sobre todo en las televisivas, los periodistas concurrentes caigan en la cuenta de que al otro lado de esa frontera en la que se sienten solos pero mirados existe de veras la audiencia, y que ésta no recuerda cuándo fue la última vez que habló quién. Por otra parte, al respecto de estos turnos que los propios tertulianos se adjudican sin permiso del presentador llama la atención la importancia que dan a la opinión propia. Pues parece que van a anunciar que han visto un elefante y luego muestran un alfiler.

El uso de la tableta es aún más desconsiderado, para el oyente y para los otros compañeros de mesa. Parece que no van informados, pues se pasan las horas muertas dándole al dedito que lo sabe todo mientras los demás discurren. Buscan ahí, seguramente, el resultado de sus tuits o el halago de la audiencia que ya llevan cautiva de otras ocasiones en que ellos han dominado el espectáculo.

He visto estas últimas semanas la televisión británica, la comercial y la BBC; ahí he observado que estos informativos que fueron clásicos siguen los cánones de la legendaria televisión pública, que para informar se basa en lo que ocurre, y no en lo que se supone que ocurre, procura dar escaso pábulo a las declaraciones, y en sus programas de debate llevan a expertos, algunas veces a periodistas expertos, pues esa contribución no se desdeña sino que se modera.

Me he fijado también en que esos expertos (incluso periodistas) no levantan la mano para reclamar su hipotético turno; tampoco levantan la voz, o no suelen hacerlo, y además ninguno se va allí con la dichosa maquinita. En España hemos descubierto el iPad y la mano y con su uso desconsiderado tenemos mareados al presentador y al que mira.

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