Insolente
Bill Maher, el presentador más subversivo de EE UU, teme que Murdoch lo despida


El presentador más subversivo de la televisión de EE UU está preparado para que lo echen otra vez. Pero, mientras eso no ocurra, podemos seguir viendo Real time with Bill Maher, de la HBO, que en España emite Canal+Xtra. La lengua afilada de Maher azota sin piedad a la derecha republicana, se burla de las religiones, dice tacos, se declara marxista donde eso es tabú e instruye a la audiencia sobre cómo iniciarse en la marihuana ahora que es legal en varios estados. Un liberal, como dicen allí al progresista, que prefiere llamarse libertario y que invita a republicanos a sus tertulias para intercambiar golpes sin perder la sonrisa. Que hace reír desde su lado de cómico sin que lo suyo sea un programa de humor, sino de pura política.
Acostumbrado a pisar terreno pantanoso, Maher ha tenido más de un resbalón. Tras el 11-S hizo un comentario que precipitó el fin de su programa Politically incorrect en la ABC. En respuesta al argumento de Bush de que el ataque terrorista era “cobarde”, Maher replicó: “Es cobarde lanzar misiles de crucero a dos mil millas de distancia. Seguir en el avión cuando va a impactar con el edificio... llámalo como quieras, pero no cobarde”. Sus enemigos, crecientes, aún se los recuerdan.
Maher encontró en el canal de cable HBO un entorno más comprensivo con sus insolencias. Allí sigue metiéndose en líos. Tras ver la película Noé dijo: “Dios debe ser un asesino masivo psicópata”. En otras frecuencias es satanizado: en la derechista Fox, el psiquiatra Keith Ablow analizó su mente supuestamente enferma y concluyó que es misógino, antirreligioso y enemigo de la vida.
En su último programa, Maher se reía del futuro que le espera si Robert Murdoch, dueño de la Fox, acaba haciéndose como pretende con Time-Warner y, por tanto, con HBO. En su lugar, dijo, pondrán La hora de las pastas con Steve Doocy, justo el presentador ultraconservador que encargó lo del psiquiatra.
Admite que es una figura controvertida, que genera división. Y que eso vende. En Forbes elogiaron la forma, irónicamente conservadora, con que maneja su fortuna, lo que le permite invertir en los Mets de béisbol o hacer donaciones a la campaña de Obama. Gamberro sí será, pero de loco no tiene un pelo.
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