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EL RINCÓN

Viaje de ida y vuelta con la ópera

Paco Azorín, escenógrafo y director de escena, dice conocer el mundo a través del teatro. Ahora lleva Salomé al Festival de Mérida

Ana Pantaleoni
Paco Azorín (Yecla, 1974) posa en una sala del Teatro del Liceo de Barcelona.
Paco Azorín (Yecla, 1974) posa en una sala del Teatro del Liceo de Barcelona.Vicens Giménez

Ha pasado medio año encerrado en una de las enormes salas de ensayo del Liceo. Encadenando una obra con otra. Comiendo poco. Sale a las ocho de la mañana de casa y regresa pasadas las once de la noche. Y en esos viajes de ida y vuelta, en coche o en moto, el escenógrafo y director de escena Paco Azorín realiza otro viaje: "Lo mejor de todo es que vivo en Sant Pol de Mar (Barcelona). Cuarenta y cinco minutos de trayecto. Cuando bajo por la mañana voy entrando en la ciudad y la ópera va entrando en mí. Y cuando llego aquí estoy completamente preparado. Por la noche es lo contrario: recorro el camino inverso para ir dejándolo todo, y llego a casa en estado de gracia".

En el Liceo tiene todo lo que necesita: luz, sonido y todo tipo de objetos. Paco Azorín ya tiene lista Salomé para el Festival de Teatro de Mérida (del 2 al 6 de julio). Lleva como director una docena de obras y como escenógrafo más de 150. A punto está de cumplir 40 años. "Mi nombre suena a persona mayor. Mi primer premio fue muy especial, fue el de Serra d'Or, un premio a toda la trayectoria, pero yo tenía 29 años. Cuando llegué a recogerlo algunos pensaron que era el hijo de Paco Azorín".

Azorín (Yecla, 1974) es de aquellas personas que dice con la boca grande y los ojos brillantes que ha podido elegir lo que quería hacer. "Conozco el mundo a través del teatro", explica apasionado, sentado en una banqueta entre ropa antigua y la mesa preparada para Salomé. Azorín es muy exigente con lo que hace: "Entiendo la escenografía desde el concepto dramatúrgico. No soy nada esteticista. Siempre me he sentido muy cerca de la dirección de escena. Son la cara y la cruz de la misma moneda. Cuando uno hace una escenografía es por lo que se va a recordar el espectáculo en la retina. Recuerdas una imagen y en esa imagen el escenógrafo tiene toda la responsabilidad". No duda en criticar a quien no entiende la profesión: "Cuando un escenógrafo hace un trabajo solo esteticista, hay un problema grave. La escenografía es la dramaturgia del espacio; cuanto más dramaturgos del espacio seamos capaces de ser, más importancia tendrá nuestro trabajo y más imprescindibles y reconocidos seremos". Siempre que puede se une en sus proyectos a Carme Portaceli y a Lluís Pasqual. Con este último ha estrenado en el Liceo programa doble: Il Prigionero, de Luigi Dallapiccola, y Suor Angelica, de Giacomo Puccini.

Trabajo, trabajo, trabajo... "No soy obsesivo con nada en la vida. Me he dado cuenta con los años que para trabajar mucho y llegar a todo bien tienes que ser organizado. Me rebelo contra esa idea de que los artistas tenemos que ser caóticos y desestructurados. Un director de escena tiene que liderar un equipo. O tienes las cosas claras y ordenadas...No confundamos el caos artístico con que una producción sea un auténtico caos". Azorín ha esquivado la crisis: "No suelo estar esperando a que suene el teléfono. La crisis ha hecho una selección natural. El árbol que tenía unas raíces sólidas, en este huracán se ha movido, pero sigue estando en su sitio".

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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