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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Von Taxis

La mayor amenaza para los taxistas no son las nuevas tecnologías. Y si alguien lo interpreta así, ya puede darse por vencido como se han dado otros gremios antes

David Trueba

Cuenta la leyenda que la palabra taxi proviene del apellido alemán de la familia de los Von Taxis, cuyo primogénito Franz creó el invento con la línea de postas entre Holanda y Francia. Y aunque las huelgas de taxis han sido muchas a lo largo de la historia, con la tan famosa de París hace más de cien años, donde los conductores se enfrentaron a los propietarios para mejorar sus condiciones laborales, la de la semana pasada, convocada en varias ciudades europeas de manera simultánea, es la primera con sabor a siglo XXI. Porque ha enfrentado a los taxistas con las plataformas digitales, especialmente contra otra de nombre alemán, Uber, aunque inventada en San Francisco, y ya valorada en 18.000 millones de dólares y con socios financieros como Goldman Sachs o Google.

Sin quererlo, obviamente, el gremio del taxi le ha hecho a Uber la mejor campaña de publicidad, con aumentos que han cuadriplicado el uso de la aplicación en las casi 140 ciudades del mundo en que está implantado. Los taxistas, que seguramente en su día fueron muy solidarios con los cantantes y los compositores, cuando la piratería vació ese antiguo modelo de negocio consistente en la venta de discos, se enfrentan ahora al monstruo invisible que desde que se comió la merienda de editores de prensa y libros comienza a hacerse visible en los análisis de la economía mundial. Parece evidente que esa visibilidad ya es una realidad que condiciona el mercado laboral, especialmente en los países desarrollados. Pero mientras el drama les tocaba a otros, podíamos permitirnos el lujo de la insolidaridad.

Pese al debate, la mayor amenaza para los taxistas no son las nuevas tecnologías, al menos hasta que se haga realidad el teletransporte que tanto nos fascinaba en Star Trek. Y si alguien lo interpreta así, ya puede darse por vencido como se han dado otros gremios antes, porque su magmática presencia es irreversible. La gran tarea de los Estados es la vigilancia fiscal, que en un reino como España, ultrarregulado, lleno de licencias, tasas, seguros y dificultades para poner en marcha un negocio, permite la extracción de millones de euros hacia volátiles contabilidades tramposas que responden a un patrón de desigualdad y aniquilamiento de la protección laboral.

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