Tiananmen
La pelea por la libertad prosigue en China, aplastada ahora no por los tanques, sino por la amnesia inducida con la potencia económica que exhibe
No conviene dejar pasar el día 4 de junio sin recordar la masacre de Plaza Tiananmen, de la que se cumplen 25 años. Las conmemoraciones ayudan a sostener el recuerdo, pese a que las autoridades chinas siguen incluyendo en la lista negra a quienes lo agitan. Los tiempos han cambiado, vaya si han cambiado, y la reacción económica resume los hechos en un incómodo eslabón del proceso evolutivo del país. Nadie sabe si hay un antes y un después partiendo de los días de la matanza, pero sí la sospecha de que el régimen comunista propició un viraje hacia la primacía de las conquistas económicas sobre las ideológicas. Los jóvenes manifestantes, que exigían más reformas, levantaron entre andamios improvisados una Diosa de la Democracia de diez metros de altura, construida de pasta de papel y espuma de poliestireno, pero fueron aplastados ellos y su estatua. Se calcula que murieron más de mil personas.
Cuentan que algunos niños acudían a las escuelas en los días siguientes con brazaletes negros y sus profesores les obligaban a quitárselos. Las protestas, aunque no con la crueldad tan manifiesta de la capital, se habían extendido a cientos de lugares. En las noticias de TVE recordaron ayer, con una breve entrevista al cámara Márquez, la grabación de esas imágenes y, entre líneas, se saboreaba otro triunfo de aquel esplendor de una potente televisión pública. Uno de los más precisos recuerdos que se guardan de aquella época tiene que ver con la seguridad que mostraban los jóvenes manifestantes de que las autoridades no serían capaces de ordenar el desalojo violento y una posterior matanza. Sin embargo, sus padres no estaban tan seguros.
Es obvio que la generación anterior guardaba el recuerdo de la crueldad del régimen. Suele suceder en todas partes ese desprecio de los jóvenes por los miedos de sus padres. Pero esos miedos están sustentados en la experiencia y nunca deberían despreciarse del todo. Los viejos del lugar conocen el rasgo invisible del país en el que viven. La pelea por la libertad prosigue en China, aplastada ahora no por los tanques y las armas de aquel irónicamente llamado Ejército de Liberación Popular, sino por la amnesia inducida con la potencia económica que exhibe.
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