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Tentaciones

Chico Mann “Estoy jodido si no logro que la gente baile”

Marcos García, miembro de Antibalas, que actuarán en el próximo Primavera Sound, es el alter ego del bailable Chico Mann

En el invierno de 2004, Marcos García, durante uno de los hiatos que suele tomarse tras cada gira de la erizante agrupación de afrobeat y funk de la que forma parte, Antibalas, invirtió su ocio en impregnar la banda del sonido de una adolescencia que osciló entre Nueva York y Nueva Jersey. El olor a ropa vieja de los domingos en casa y por el scratch de los vinilos de Celia Cruz que sus padres escuchaban cada vez que extrañaban a Cuba.

Fue en esa misma época en la que camino al colegio quedó deslumbrado por los pasos epilépticos de los b-boys  en los parques, con Afrika Bambataa o Freeez sonando en el fondo, mientras flasheaba en su intimidad radial con la pirotecnia de texturas y colores que emanaban de los sintetizadores de la new wave, al igual que con el freestyle de Lisa Lisa and Cult Jam. Eran los ochenta: la segunda era dorada del pop.

Así fue entonces como Marquitos, tras plasmar toda una memorabilia impúber en unas primeras pistas, que germinaron en el disco seminal Manifest Tone Volume 1 (2007), se transformó en Chico Mann.

“La música de esa época todavía vive dentro de mí a nivel celular”, afirma García, vía Skype, desde Nueva Jersey. “Cuando toco un teclado el sonido que me sale es bien ochentoso, por lo que no tengo la menor duda de que cualquier otro artista podría conseguir un efecto más moderno con el mismo instrumento. Para mí ha sido difícil salir de esa estética, al punto de que tuve que comprar sintetizadores de los setenta para que mi propuesta no se quede anclada en el 82”. No obstante, a pesar de que su identikit espacial es más que evidente, este laboratorio musical surgió a partir de una expedición por el ritmo. “La idea inicial de Chico Mann era ir a las raíces del hip hop, a la instancia en que se empezaron a usar baterías electrónicas. Lo que me llevó a imaginar cómo sonarían el afrobeat y el funk si hubiesen sido parte integral de ese momento. Desde entonces, si bien con cada disco intenté darle rienda suelta a ese concepto, ahora comencé a explorar otros estilos. En mi nueva producción hay canciones influenciadas por el merengue, aunque en el pasado, al menos que yo sepa, nunca utilizó batería electrónica”.

Además del género parido en la isla caribeña de La Española, el más reciente álbum de Chico Mann, Magical Thinking (2013), es toda una Vía Láctea del groove en el que gravitan, aparte del afrobeat y del funk, el electro, el post disco y ese boogie de la escuela de Shalamar, Rockwell y, por supuesto, de la del Michael Jackson de Off the Wall. “La cuestión es poder conectar con la gente a través del baile, porque si no lo logro me jodí”, advierte el multiinstumentista convertido en frontman, quien ha colaborado con TV On The Radio, The Roots y Dam Funk, al tiempo que remezcló a Little Dragon y Alice Russell. “En los primeros discos, la estética era fácil de manejar, pero uno se cansa de lo mismo. Por eso para mí ahora lo importante es evolucionar. Más que los estilos en sí, lo que me parece interesante en este momento es el ADN del vocabulario de los ritmos y las claves, el house de principios de los ochenta. Cuando hago música, me planto conscientemente en la tradición, en esa conversación sonora que comenzó en África, y a la que siglos más tarde se sumaron Cuba y Nueva York”.

 Sin embargo, pese a su hibridación cultural, el artista estadounidense de origen antillano no practica, al menos reflexivamente, la apología al mestizaje en su música. “A mí me sale lo que me sale”, expedita el artífice que invitó a las cantantes Kendra Morris (intérprete del primer sencillo de Magical Thinking, Same Old Clown), Alecia Chakour y Annakalmia Traver a prestar sus voces en su nueva producción. “Las cosas te influyen, y tú no estás consciente de ello. En mi caso, aunque no se note, las traigo de chico. Nunca pensé en que soy hijos de cubanos o en integrar propuestas culturales. Supongo que todo esto parte del contexto de haber sido criado aquí. Al momento de estar en el estudio, de pronto me acordé de cuando tenía 10 años y estaba haciendo breakdance en las calles o escuchando las estaciones de radio que tocaban el hip hop de la época. En Nueva Jersey, donde me crié, no podías escapar de ese sonido o del freestyle, que surgió del electro, pero con la diferencia de que tiene una impronta latina realmente fuerte. Son impresiones y memorias nada claras, todo es muy sentimental”.

 El repertorio de Chico Mann se debate entre el inglés y el español. “Si estoy pensando en español, debería seguir por esa vía. En inglés sería diferente, pues es otra sensibilidad la que sale de mi boca”, explica el exponente que deambuló por varios grupos, entre ellos uno de art rock sobre el que asegura que “extraña tocar”, antes de atracar en Antibalas y en su proyecto unipersonal. “Necesito imponerme reglas para que mi música tenga integridad”. A contramano de su vuelo creativo y de su disciplina laboral, García, a los 12 años, recibió el paradójico consejo de su padre de que no se dedicara a la música. “Él quería protegerme. Cuando era chiquito, en los años setenta y ochenta, tuvo varios sellos disqueros (NdelR; de los que destaca Montilla Records, dedicado a la música de origen hispano), por lo que me advirtió acerca de los peligros de la industria musical debido a que en ese tiempo existía mucha corrupción en las estaciones de radio y las tiendas de discos. Si bien todas esas cosas siguen existiendo, ya no es como antes”.

 Aunque los teclados y sintetizadores, que en Chico Mann tienen un uso más bien percusivo, son la principal herramienta sonora de su álter ego orientado a la pista de baile, el instrumento que en realidad identifica a García es la guitarra, lo que se puede comprobar tanto en sus colaboraciones como en Antibalas, factoría del ritmo a la que ingresó en 2003. “Si bien en esa época tocaba con otra banda de afrobeat, el ingeniero de Antibalas, que es argentino, y fue el que me dio a conocer Los Fabulosos Cadillacs, era amigo mío, por lo que solía frecuentar sus shows”, evoca el artista,hablando en el idioma de sus progenitores. “Pero un día al guitarrista original de la agrupación, debido a que también era parte de los Dap-Kings, el conjunto que acompaña a Sharon Jones, se le olvidó que tenía un concierto con ellos. Entonces, como me encontraba justo en ese momento en el backstage, me preguntaron si podía reemplazarlo. Les dije que sí, y en esa ocasión me cantaron las partes. Al final este músico dejó el grupo, y me llamaron para que lo reemplazara”.

 No obstante, antes que simplemente poner su guitarra al servicio del grupo fundado en 1998, el artífice neoyorquino asegura que su mayor rol en el combinado liderado por el hiperkinético Martín Perna es establecer un diálogo sonoro. “En la banda siempre hay dos guitarras, que deben crear una figura musical que está definida por una llamada y una respuesta. Es como el micro de la conversación macro, y todo funciona en torno a la clave. Cada parte forma una declaración”. Antibalas, que se encuentra presentando alrededor del mundo su homónimo trabajo de 2012, será, junto a Sean Kuti & Egypt 80, el plenipotenciario del afrobeat en la inminente edición del festival Primavera Sound. Aunque Marcos corrige. “Todo lo que toca Antibalas no es afrobeat, por lo que no nos consideramos una agrupación revivalista. Si bien nos basamos en el legado de Fela Kuti, hay mucha exploración en nuestra música. Sé que en Nueva York y en otros lugares del mundo hay bandas que están en nuestra frecuencia, pero no estamos muy conscientes de eso. Lo tenemos incorporado”.

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