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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo sutil obvio

Quizá sea un momento oportuno para reparar en las transfusiones entre la religiosidad privada y los sectores públicos en España

David Trueba

Quizá después de la Semana Santa, cuando los informativos dieron cumplida cuenta de los ritos católicos de los españoles, con una devoción mediática que por una vez no tenía nada que envidiar a la que dedican a las estrellas del balón, protagonistas del telediario nuestro de cada día, sea un momento oportuno para reparar en las transfusiones entre la religiosidad privada y los sectores públicos en España. El Ministerio del Interior ha protagonizado algunas de las más sonadas, con viajes de difícil justificación, que incluyen el vuelo del arzobispo castrense Juan del Río Martín en el helicóptero de la Guardia Civil por los cielos de Ceuta y Melilla, y la denuncia de los sindicatos del mismo cuerpo por el viaje de 13 agentes al santuario de Lourdes. Los chistes fáciles dejan siempre un regusto a inutilidad, pero sería mejor centrarse en lo que tiene de disparatado mezclar las devociones con el rigor institucional.

En esa misma línea, los Ayuntamientos de Parla y Rivas se han visto sorprendidos por el anuncio de que la comunidad abrirá dos centros escolares concertados religiosos en sus ciudades cuando la saturación de los recintos públicos es evidente. Sobre este asunto la lista de agravios, cesiones y amnistías es inacabable. La transmisión de fincas desde los poderes públicos a instituciones religiosas para su explotación comercial es una constante que no deja de sorprender. En el barrio de Canillejas han comenzado las movilizaciones para que una propiedad que la marquesa de Torre Arias dejó en herencia al barrio para uso público no pase a destinarse a una residencia estudiantil católica.

Se ha publicado el dato de que la inversión por alumno en Madrid ha bajado en cerca de un 13,5% para la enseñanza pública. Es decir, que el agravio se acrecienta en época de vacas flacas, cuando el destino de los impuestos no atiende a la matriz de la igualdad. Lo que es una crítica brutal cuando nos referimos a países que dejan invadir su legislación por derivas religiosas, sin embargo, se silencia cuando en el nuestro se ejerce de esta manera indirecta y sutil. Aunque en este caso se cumple esa boutade que soltaba Billy Wilder ante quienes se ponían exquisitos: “Me gusta lo sutil cuando es obvio”.

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