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Ratones

En nuestro laboratorio nacional se trabaja con un malentendido, reducir a las personas hasta tratarlas como ratones

David Trueba

La mejor manera de acabar con las manifestaciones es prohibirlas. Así como la mejor manera de suprimir las opiniones que no nos gustan es no escucharlas. Por el camino que vamos, la disfrazada norma para amordazar la disensión colectiva tendrá rango de ley de seguridad. Pero la seguridad que se busca es la de proteger a los que están seguros y sumar silencio para quienes están a la intemperie. La delirante estrategia de prohibir las manifestaciones en lugares céntricos provocará que las protestas se desplacen a descampados de las afueras, pero también, en justa reciprocidad, deberían organizar allí sus desfiles, procesiones, bodas de Estado y mítines, que interrumpen el comercio minorista y el cómodo paseo vecinal de modo más frecuente e igual de dañino.

Este domingo hay un llamamiento colectivo en defensa de la cultura. La cultura, junto a la ciencia, ha sido maltratada en la operación de salvamento de un país en crisis. El ahínco por proteger ciertos estatus financieros no se ha correspondido con la misma protección hacia los valores colectivos. La mirada a largo plazo está reñida con la política convencional. Desde los laboratorios del Instituto Sloan Kettering de Nueva York, que dirige Joan Massagué, nos han anunciado en estos días que se trabaja en un proceso para identificar las células cancerosas y su posible conversión en la metástasis mortal. Si preguntas, sabes que desde las primeras deducciones a partir de los ratones se tardará un mínimo de 20 años en llegar a aplicar en humanos algunas de las soluciones.

Pero reside ahí, en esa paciencia estructural, el futuro que nos espera. No hay atajos. Tú puedes cuadrar un balance, pero si es a costa de no comprar semillas para plantar este año, difícil se te pone la cosecha de los cursos venideros. El futuro es una riña a años vista, donde lo menos llamativo puede estar labrando la mejor de las esperanzas. Y uno se teme que no solo los estudios de Massagué tengan que desarrollarse en Estados Unidos, sino cualquier otro proyecto con perspectivas de enriquecernos en el futuro. En nuestro laboratorio nacional se trabaja con un malentendido, reducir a las personas hasta tratarlas como ratones. No estamos invirtiendo en la vacuna, sino en la enfermedad.

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