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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vestuario

Los oficios del cine son casi desconocidos para el espectador

David Trueba

En una semana cargada de presencia del cine en los medios no se me ocurre mejor manera de culminarla que con el programa que Versión española dedicó a la figurinista Yvonne Blake. Los oficios del cine son casi desconocidos para el espectador. En Sunset Boulevard se recuerda esa idea común de que los actores de la pantalla dicen frases propias, como si nadie las hubiera escrito para ellos. Supongo que también algunos pensarán que las actrices de las películas ya van vestidas así de casa o que los puñetazos y los tiros en realidad son tan divertidos e incruentos como aparentan en el cine de acción y hasta que cuando te cruzas con alguien malvado en la vida real suena la música que te advierte de su peligro.

Lo estupendo del programa fue que Yvonne Blake pudo hablar con esa carcajada suya perpetua de los malos ratos que pasó durante el rodaje de Nicolás y Alejandra y cómo al terminar había tomado la decisión de dejar el cine. Por supuesto, unos meses después le dieron el Oscar. Nacida en Manchester pero afincada en España, contó cómo el rubor de veinteañera que le asaltaba cada vez que comentaba con Truffaut el vestuario para Fahrenheit 451 terminó por valerle una aparición como mujer libro en el tramo final de la película. Y esa radiante manera de relacionarse con unos y con otros le permitió contar detalles de Marlon Brando o Audrey Hepburn mientras lucía un broche regalo de Gene Hackman. Lo explicó muy bien: los grandes actores de verdad ni se miran al espejo cuando les pones la ropa, confían en ti.

Su idea de reforzar los calzoncillos de Christopher Reeve en Superman con la coquilla de los boxeadores para evitar que el superhéroe traspasara esa fina línea que separa el ridículo del icono resultó clarividente y puede que para tomarla le ayudara vivir en el país de los toreros. Pero aún más útil resultó su lección profesional que todo joven cineasta debería grabarse en la memoria. Lo importante es mirarlo todo, verlo todo, empaparse de todo. De la pintura, la literatura, la vida cotidiana. Este es un oficio feliz lleno de angustias, pero si al final del camino queda la alegre pasión de Yvonne Blake, merece la pena zambullirse.

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