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El proceso por el cual alguien es capaz de generar una obra de arte o culminar un proceso mental es demasiado complicado en el reino de lo fácil
El proceso creativo se ha convertido en una frase hecha, un tópico sin significado. Se refiere al análisis de cualquier actividad desde los resortes interiores que la impulsan, casi siempre con una relación entre experiencia personal, conocimiento e intuición. Cuando todo lo que no es expresión externa produce incomprensión y pánico, apenas existen maneras de acercarse a la invención, al ingenio, al talento en el acto de creación. Por eso los programas de televisión más vistos inciden siempre sobre el talento ejercido en territorios palpables. Cómo canta o baila alguien, cómo cocina un concursante frente a otro, quién logra atravesar más pruebas de pericia. El proceso por el cual alguien es capaz de generar una obra de arte o culminar un proceso mental es demasiado complicado en el reino de lo fácil.
Gracias al acuerdo de compra de Canal + con HBO nos caen producciones en un accidente formidable, que corren el riesgo de pasar sin nota. Así, el director de escena James Lapine ha levantado un recorrido por la carrera del compositor Stephen Sondheim a través de seis canciones de sus musicales. En ellas se aprecia la capacidad creativa del compositor, pero también sirven para enlazar las distintas fases de su carrera prodigiosa, desde la formación a la consagración. Son retratos personales de una profundidad poco habitual. Opening doors remite a su irrupción en el oficio. Send in the clowns tiene tantas lecturas que hasta el hombre que más hizo por su popularidad, Frank Sinatra, se limitó a explicar que trataba de un tipo que conoce a una tipa, se enamoran y un día se dejan, ahí es nada. Being alive y I’m still here serían lo más cercano a un homenaje a la resistencia en la vida personal y en la profesional. Y Sunday retrata al pintor Seurat frente a la inspiración.
Sondheim resulta ser uno de esos raros personajes de talento que además tiene capacidad expresiva y disfruta de compartir conocimientos. Un profesor también de sus pasiones y placeres, que habla con una clarividencia al alcance de muy pocos y desde una sinceridad lejana a la impudicia o la autosatisfacción. Perderse el documental Stephen Sondheim en seis canciones sería una lástima, porque es armonía pura entre tanto ruido sin sentido.
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