Droga dura
Tenía noticias de la generalizada decepción de los fans de 'Homeland' ante su tercera temporada. No la comparto. Cada vez me parece más compleja, aunque a veces perciba la tentación de Fox por imitar a '24'
Solo concibo algunas adicciones en estado de sobredosis (excluyo por estricta supervivencia las que machacan el cerebro, el corazón o el hígado) y entre esos excesos tan placenteros figura pasar tarde y noche viendo series, desdeñando algo tan racional como poner un límite a la visión de esos capítulos, aunque sepas que nadie te los va a robar, que te seguirán esperando al día siguiente. Para ello hay que disponer del DVD o el Blu-ray que agrupa toda la temporada, mucho tiempo libre, no tener la obligación de madrugar. A cambio, la soledad no muerde, el amanecer te pilla en inmejorable compañía, hipnotizado por las historias que te están contando.
Aunque Los Soprano y The wire, esas dos series geniales e incomparables, desgraciada y lógicamente tuvieran un final, el nivel de calidad se mantiene. Y no exclusivamente en lo que alumbra la bendita HBO. Hay más productoras inteligentes y convencidas de que puede haber tarta para todos sin necesidad de tratar a los espectadores como deficientes mentales.
Tenía noticias de la generalizada decepción de los fans de Homeland ante su tercera temporada. No la comparto. Cada vez me parece más compleja, aunque a veces perciba la tentación de Fox por imitar a 24, aquella trepidante apología de la tortura en la que resultaba complicado creerte algo. Pero las historias de esa agente de la CIA, bipolar, intuitiva y atormentada mantienen su tensión y su negrura. Y me quedo con ganas de seguir las tortuosas aventuras de esa mujer desconsolada y a punto de parir en su nuevo destino de Estambul. Y espero que Saul Berenson, mi personaje favorito, interpretado por el magistral Mandy Patinkin, no se retire a la empresa privada. Me recuerda a George Smiley. Es cerebral, analítico, tenaz y sentimental. Puede ser implacable en situaciones extremas. Y lleva los cuernos con sufriente templanza, sin quemar las naves.
Me gusta Mob City, con diálogos y personajes de altura, con aroma a jazz, deudora del universo del gran James Ellroy. Y devoro los primeros capítulos de la despedida de Walter White y Jesse Pinkman en Breaking bad. O sea, palabras mayores. Ya estoy sintiendo anticipada nostalgia del tortuoso rey de la metanfetamina y de su afligido ayudante.
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