Transmitiendo emociones
Las letras del lamentablemente difunto Germán Coppini poseían algo especial y su voz sabía transmitirlo con desgarro y fuerza
Al morir Lou Reed tenía la provecta edad de 71 años, pero nunca pude imaginarlo como un hombre viejo. Tampoco a Dylan. Sin embargo, cuando el genial Van Morrison aullaba Gloria con veintipocos años ya me parecía un hombre mayor con gesto permanentemente airado, un adulto gruñón existencial. Aunque el esplendor musical de Reed pertenezca a épocas en las que todo en su vida era ruina, sabías que podías seguir esperando de él lo mejor. Ahí están esas maravillas hondas, tristes y magnéticas tituladas New York y Magic and Loos, paridas en el 89 y en el 92, cuando todo el mundo estaba convencido de que jamás volvería la gloria de la Velvet, la sedosa grandeza de Transformer, la fuerza trágica de Berlin, y el torrencial (ay, esa portentosa introducción de la guitarra de Steve Hunter a Sweet Jane) Rock‘n’roll Animal. Y The raven, ese disco con el que Reed debió de tener una relación tormentosa, que evitaba citar al hablar de su música, también me gustaba mucho. Y quiero pensar que Edgar Allan Poe hubiera vibrado con el homenaje que le hacía.
Duele saber que nunca más vamos a ver en un escenario a ese chulazo lírico que siempre formó parte de la banda sonora de nuestras vidas, con canciones para todos los estados de ánimo, para lamerte las heridas y para soñar con el día perfecto. Da igual que esa jornada modélica la creara el caballo o que la chica de Coney Island, esa preciosa canción de amor, en realidad fuera un chico llamado Rachel. Cada oyente adapta como le da la gana a sus sentimientos, a sus emociones, a su soledad, a sus experiencias amorosas, a sus pasotes, a sus carencias, a sus sueños, la música de este verdadero clásico.
No estuve al tanto de ninguna resurrección de aquella banda llamada Golpes Bajos, pero me dejaron perdurable huella algunas de sus canciones, como No mires a los ojos de la gente y Malos tiempos para la lírica. Creo que los tiempos nunca han sido buenos para la lírica y todos pertenecemos a esa gente cuyos ojos de vez en cuando mienten. Por supervivencia o por cobardía. Las letras del lamentablemente difunto Germán Coppini poseían algo especial y su voz sabía transmitirlo con desgarro y fuerza. Durante muchos años vi amanecer en estado generalmente calamitoso. Pero siempre me calmaba escuchar My favourite things interpretada por John Coltrane. Y me ponía muy contento cuando al despedirte del último garito sonaba la música de Golpes Bajos. Germán Coppini sonaba a desesperación y a verdad.
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