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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Extra

Canal + Xtra es el reducto imprescindible para ver lo que las exigencias masivas, pero también el modelo de negocio, arrincona: el documental de calidad, la música en directo, los formatos iconoclastas

David Trueba
Fotograma del documental 'Seré asesinado'
Fotograma del documental 'Seré asesinado'

Los chicos vendedores de prensa de las películas norteamericanas repartían las ediciones especiales al grito de extra. Era un tópico tan recurrente que acabamos por adoptarla como un recuerdo propio de infancia. Quizá porque lo habitual es aburrido o rancio, lo extra se sobrentendió como de alta calidad. Canal + Xtra de Canal + ejerce de comentario al margen de la televisión comercial. Es el reducto imprescindible para ver lo que las exigencias masivas, pero también el modelo de negocio, arrincona: el documental de calidad, la música en directo, los formatos iconoclastas. Un jardín prohibido, fuera de ese paraíso chillón y flácido de la televisión tal y como la conocemos, que solo tiene un defecto, la carencia de producto europeo.

Bastaría con enumerar algunos programas que se emiten en ese contenedor, la música desplegada por Joos Holland o la envasada en From the basement, pero quizá la mejor parte se dedica a documentales de pequeño formato. Hay varios que no deberían pasar inadvertidos. El primero es Seré asesinado, que reconstruye la muerte de Rodrigo Rosenberg en Guatemala y que ganó las portadas de todos los medios cuando la víctima legó un vídeo que comenzaba con aquella línea: “Si ustedes están viendo estas imágenes significa que he sido asesinado”. La conclusión de que la víctima había coreografiado su propia muerte para vengarse del asesinato, nunca esclarecido, de su amor, crimen del que culpaba al entorno del presidente Álvaro Colom, aún provoca el asombro y deja líneas abiertas para la ficción.

No menos alucinante que el trabajo de Justin Webster es el de Alex Gibney en Mea maxima culpa. El director de Taxi al lado oscuro, con el que ganó un Oscar, escarba en las tramas de pedofilia y abusos sexuales dentro de la Iglesia católica y la pasividad del Vaticano bajo los mandatos de Wojtyla y Ratzinger. La explosiva elocuencia de un puñado de niños sordomudos que fueron violados por sus sacerdotes de confianza nos obliga a plantear incómodas preguntas sin respuesta decente. Son perlas, que exprimen la capacidad del medio para asomarnos al mundo. Lo habitual es la maniobra opuesta, usar el pánico y la psicosis para que echemos el cerrojo. Estos días nos toca la invasión de criminales excarcelados, para agitación irreflexiva de la víscera nacional.

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