“También se critica a los amigos”
Ignacio Julià publica 'Sonic Youth: estragos de una juventud sónica', una biografía de la banda neoyorquina con la que mantiene una estrecha relación.
Sonic Youth: estragos de una juventud sónica, es el nuevo libro de Ignacio Julià, veterano periodista musical español y una de las mas valiosas encarnaciones locales de la figura anglosajona del rock critic.
Julià fue fundador de Rockdelux, una revista que en sus orígenes fusionaba tres publicaciones, Rock Spezial, dedicado al rock Clásico; Delux, la parte moderna y una tercera dedicada al heavy metal. Abandonaría pronto aquel batiburrilllo para crear Ruta 66 junto con su compañero Jaime Gonzalo, un mensual en blanco y negro que fue la biblia para varias generaciones de rockeros españoles.
Dueño de una forma de escribir que engancha, Julià es amigo de los músicos, pero al mismo tiempo muy crítico con sus obras, algo que resulta refrescante en un género, el periodismo musical, en el que muchas veces las relaciones personales emborronan las valoraciones artísticas.
Así la obvia cercanía de Julià con los neoyorquinos, la multitud de anécdotas que comparten, se convierte en un valor. Su conocimiento de las personalidades individuales fuera del escenario es tan útil para entender la trayectoria de la banda de rock más trascendental de los últimos 30 como su enciclopédico saber sobre sus trabajos de estudio, en solitario o conjuntos. Y lejos de convertir el libro en una sucesión de comprensivas palmaditas en la espalda, le da al autor una superficie muy firme sobre la que valorar lo bueno y lo no tanto.
Pregunta: Siendo un libro tan personal y lleno de anécdotas, ¿Por qué lo escribes en tercera persona?
Respuesta: Solo el prólogo y el inicio del último capítulo están en tercera persona. Se me ocurrió que, al estar escrito desde dentro, debía distanciarme de algún modo, especialmente al principio, por los trazos autobiográficos y/o generacionales. Quizá por un cierto pudor, en cualquier caso superado por la firme creencia de que solo desde aquí, nuestro país, y desde mi propio experiencia, podía construir un relato válido de cara al lector. Esta perspectiva localista y personalista alejan el libro de la biografía al uso, y pone en perspectiva las voces de los protagonistas.
Supongo que para escribir el libro habrás repasado el anterior que escribiste sobre ellos. ¿Qué has sentido al hacerlo?
El libro anterior, I Dreamed of Noise, era totalmente una biografía oral y concluía en 1994. Hablaban ellos y sus allegados, no había presencia autoral. Este material lo he usado del mismo modo que todas mis entrevistas y encuentros posteriores con ellos, así que no ha tenido mayor importancia, salvo porque allí contaron sus orígenes.
Empezando por el final. No sale muy bien parada Kim Gordon, parece que sus compañeros ven el final de Sonic Youth como consecuencia de sus acciones. Quizá no el desencadenante final, pero sí la que ralentizó los últimos años, y la que tiene en sus manos la vuelta o no. Casi como un chantaje emocional.
Es cierto que, por edad y por su condición de madre, Kim Gordon pudo ralentizar la actividad del grupo, pero esta aminoración se debió asimismo a la inercia misma de cualquier proyecto con veinte años de trayectoria y quizás a su cómoda estancia en Geffen, una multinacional, que les mantenía por prestigio. No es que bajase la creatividad, sino que se hicieron mayores, buscaron otras salidas en proyectos personales. Ya solo giraban en las épocas vacacionales de la hija de Gordon y Moore, lo que les colocaba mayormente en festivales, y sabemos que el festival es en si mismo un gran escaparate, pero no tiene las dimensiones de un club, donde el contacto con el público resulta a la larga más fructífero creativamente. En cuanto al posible chantaje emocional, es normal que Gordon apele a la rotura de confianza, pero lo veo más como algo dentro del ámbito personal y emocional que con el tiempo puede cambiar.
Sin embargo, gran parte del libro es una reivindicación de Kim Gordon. En un momento la defines como “Centro gravitatorio de Sonic Youth”.
Es opinión generalizada que ella era el elemento más radical de Sonic Youth. Ella misma explica en el libro que cree que toda mujer alberga a una anarquista, sencillamente por nacer fuera del orden dominante, que es todavía masculino. Además, era la menos ‘’músico’’ en origen, la que por su vocación artística aportaba un mayor peso específico conceptual. Y su reformulación feminista, una de las virtudes de la banda, no hubiese sido posible en un conjunto formado por cuatro varones.
¿Se podría establecer un paralelismo entre el cambio de Sonic Youth y el que ha experimentado Manhattan? ¿Se gentrificaron?
Es posible establecerlo, claro. Se les ha acusado de ser ‘’fauxhemians’’, pero sin embargo han seguido muy activos en los circuitos experimentales y, queda claro en el libro, han participado en toda manifestación contra las administraciones gubernamentales o municipales que promovían la gentrificación y ya puestos las guerras. Siempre estuvieron al lado los artistas obligados a dejar la parte baja de Manhattan para reubicarse en Williamsburg, por ejemplo. Nunca olvidaron la calle, que es donde fructifica el arte. Cuando Moore y Gordon se mudan al paraíso liberal/cultural de Northampton, MA., pierden en parte el contacto diario con Manhattan, pero Ranaldo sigue viviendo en Broadway y Shelley en Hoboken.
¿Son imaginaciones mías o no aprecias demasiado la contribución de Jim O’Rourke?
Tengo un gran respeto por 0’Rourke, pero su incorporación a la banda coincidió con lo que yo siento como un cierto bajón creativo y de protagonismo mediático, aunque también es verdad que en esa época arranca su serie de discos experimentales, en los que O’Rourke tiene un papel relevante. Creo que la labor que realizó O’Rourke fue válida y valiosa, pero en el terreno de la producción más que de la composición o instrumentación. En vivo ofrecía un sólido respaldo en bajo y guitarra, pero ¿lo necesitaban?
Defines el libro como una hagiografía, y hasta podría parecerlo si no fuera porque todo el libro se mueve entre la admiración por Sonic Youth, pero también una crítica más que evidente.
Es un detalle irónico lo de hagiografía, pues el lector podría esperar de alguien que ha mantenido una relación personal con el grupo durante 25 años precisamente eso, una vida de santos. No creo que el libro sea una alabanza sin sentido, sino una radiografía hecha desde dentro, no exenta de crítica en lo artístico y lo personal cuando es necesario. También se critica a los amigos, aún con afecto y benevolencia, ¿no?
Sueles tener una relación muy cercana con los músicos, ¿Cómo afecta eso la labor de un periodista musical?
Siempre me interesó la persona detrás de la obra, pues no se pueden comprender la una sin la otra. Esa es la razón de que haya intimado con algunos músicos de mi generación. Sé que no está bien visto, pero creo que esta proximidad me ha ayudado a comprender su trayectoria, aunque también me haya llevado algún disgusto. No creo en esa repetida cantinela de que es mejor no conocer a tus héroes, pues siempre decepcionan. ¿Qué esperan?, son humanos al fin y al cabo y por lo tanto tan fascinantes o decepcionantes como tú y yo. Ese es para mi su atractivo…
¿Se hubiera escrito el libro sin la disolución de la banda?
Creo que sí. Uno de los motivos principales fue un cierto sentimiento de responsabilidad al haber acumulado tanto material, tanta vivencia personal, y sentir que era mi obligación darle salida de cara al aficionado al rock de habla española. Ya no volveré a tener la oportunidad de escribir otra obra de estas características, porque no voy a tener la posibilidad de conectar con una banda joven de mi edad y acompañarla durante un cuarto de siglo. Todo ello no es óbice para confesar que la disolución fue un momento óptimo para finalmente publicarlo.
¿Quién lleva peor la disolución de todos los Sonic Youth?
Steve Shelley. Aunque toda su obra está acreditada en autoría a nombre del cuarteto, él es el que más dependía, como batería, de los ingresos anuales de actuaciones, festivales y giras. Ahora está en la banda de Lee Ranaldo, pero obviamente no es lo mismo. Ambos comparten una cierta tristeza por el modo en que la separación matrimonial ha afectado a su futuro y, en cierto modo, reevaluado su pasado.
¿Volverán?
Muy probablemente vuelvan, pero habrá que ver cómo se conservan ellos y su magia. Y será en cualquier caso una ‘’reunión’’, con todos los aspectos negativos que eso conlleva. Molaría que, como exige Ranaldo, volviesen con material totalmente nuevo y no se limitasen a regurgitar los clásicos.
¿Es este un libro de nostalgia por un pasado que no volverá?
Espero que no… La nostalgia es un sentimiento inútil, prefiero la expectación ante el presente y el mañana. Quiero pensar que el libro es un recuento de lo vivido, de quienes fuimos y el entorno en el que nos desenvolvimos, para cerrar un ciclo vital e iniciar otro nuevo.
Segundo intento: ¿Es el rock hoy un acto de nostalgia por un pasado que no volverá?
Tampoco. ¿Cómo pueden sentir los veinte/treintañeros nostalgia por el rock de los setenta, una década que no vivieron? El rock es un género que fue cultural y comercialmente céntrico en su momento y, hagámosnos a la idea, ya nunca volverá a serlo. No por su entidad misma, que puede ser hoy tan válida como ayer, sino porque el entorno es sustancialmente distinto, global y mediatizado cuando antaño fue analógico y protagónico. Las reglas del juego cambiaron hace ya mucho.
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