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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Salto de valla

Con las prisas habituales al sentir cerca el final del verano y su buen tiempo, las mafias de la frontera africana lanzan a la desesperada a los inmigrantes hacia nuestra costa

David Trueba

Con las prisas habituales al sentir cerca el final del verano y su buen tiempo, las mafias de la frontera africana lanzan a la desesperada a los inmigrantes hacia nuestra costa. Así lo cuentan al menos los informativos, transmitiendo la idea de que los inmigrantes, como la droga, son objeto de enriquecimiento de la delincuencia sin escrúpulos, beneficiada por las prohibiciones, los controles fronterizos, las vallas disuasorias. El último de los saltos en masa de centenares de subsaharianos, en plena noche, entre vallas inexpugnables, invitaba a pensar en una de las secuencias más comentadas de Guerra Mundial Z, la película de zombis que, pese a los remiendos, consiguió Brad Pitt convertir en otro éxito.

Una película que en sus peores momentos parece un episodio alargado y pretencioso de The walking dead, pero que logra en otros instantes dar miedo certero. En una de sus escenas, algo fallida porque se nota demasiado la elaboración digital y la falta de un realismo convincente, una marabunta de zombis escalan los muros del último reducto a salvo de la infección en algún lugar de Israel. Los cuerpos se acumulan unos sobre otros y sirven de hormiguero humano para que trepen los más afortunados que llegan a colarse en el recinto amurallado. Algo así, pero mucho mejor filmado y resuelto, se produjo en nuestra valla fronteriza. Saltos desesperados, cuerpos enganchados en el alambre, la desbocada carrera tras pisar tierra española, ese vídeo es infinitamente más sobrecogedor que toda la panoplia de películas de terror que nos toca consumir en esta época tan obcecada en infundir miedo a una población que tendría que estar más cabreada que asustada.

Llegará el mal tiempo y los pasos fronterizos recuperarán su normalidad tenebrosa. Las noticias de nuestra hecatombe social y financiera no frenan el afán de quienes están aún más desamparados que nosotros por encontrar un lugar mejor para vivir y progresar. No son zombis, no, son gente como nosotros, condenados a la única disciplina olímpica que conocen: el salto de valla. Nuestro tiempo deja imágenes tan espeluznantes como algunos de los grabados más salvajes de un tiempo que no conocimos y que llamábamos la edad de las tinieblas. Toda época fabrica pesadillas. La nuestra no podía ser una excepción.

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