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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Otro país

Es legítimo y saludable esperar que hoy el COI diga sí a Madrid en Buenos Aires. Y sería bueno para este país y para esta ciudad.

Juan Cruz

Es legítimo y saludable esperar que hoy el COI diga sí a Madrid en Buenos Aires. Y sería bueno para este país y para esta ciudad.

Madrid es un país. Tiene su olor, sus fronteras, aloja en su vientre la diversión y el malhumor, y es franca y solidaria cuando está triste. Es una buena ciudad, y es bella, y es también mezquina, pero es a la vez grandiosa y tiene, por ejemplo, el Retiro y el Prado y las librerías. En el siglo que pasamos padeció sangre y tristeza; eso marca su historia, pero también la reivindica.

Las ciudades que sufren merecen una mejor oportunidad sobre la tierra. Barcelona, Sevilla, Bilbao, Gernika, Santiago de Compostela, Valencia, Orihuela o Teruel, Belchite… A Unamuno le gustaba deletrear los nombres del país como si nombrando los lugares hallara entre ellos la conexión que convierte lo disperso en la posibilidad de una aventura común, o de un soneto.

Decía Fernando Vallejo con respecto a los problemas de su país, Colombia, que solo un poeta o 50 años serían capaces de cambiarle el destino. Madrid es historia y futuro a la vez, y es legítimo y saludable esperar que triunfe en Buenos Aires. El COI no es un poeta, pero su decisión podría ser equivalente a medio siglo de aliento sobre la ciudad.

Mientras eso ocurre (o no), hay otras realidades que habría que alentar. Hoy coexisten en la escena, en Madrid, en Barcelona, sobre todo, algunos nombres propios que no son precisamente olímpicos, pero que representan una energía singular, la del teatro. Estrenan o están en cartel Núria Espert (con Espriu y Pasqual), Mario Gas, Miguel Ángel Solá, Aitana Sánchez-Gijón, Irene Escolar, Miguel Narros, Juan Diego Botto, Juan Cavestany… Es tan nutrido el elenco; está Madrid, por ejemplo, lleno de jóvenes resistentes que, ante la fosa del 21%, abren teatros en las catacumbas de la ciudad que aspira a que se fijen en ella los señores del COI. Y a pesar de que ese porcentaje cae como una pesadilla, ahí está también el público yendo a los teatros. Otro país se mueve, está en el teatro.

Así que, ¿por qué las televisiones no ahorran de una vez algo de lo que le dan a los entrenamientos del fútbol para apoyar a diario la energía del teatro? Pues porque este no es otro país, este es el mismo país y no despierta.

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