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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tour de force

Francia mantiene el listón de exigencia en un sector que considera clave. Es la única esperanza bajo las políticas de indiferencia extendidas por Europa

David Trueba
Nicolas Sarkozy, en 2012.
Nicolas Sarkozy, en 2012. Agencia France Press

La sentencia del Tribunal Europeo que avala el cobro de un canon a las empresas de telecomunicaciones para financiar la televisión pública española, viene cogida de la cola a la redefinición del canal estatal que hizo el Gobierno francés. También la prohibición de emitir publicidad y favorecer con ello a las concesionarias privadas de canales, a cambio de que estas destinaran una cantidad a financiar la pública, provenía del diseño francés, en este caso de la espléndida relación de Sarkozy con los capos mediáticos y el anhelo de los políticos españoles por alcanzar ese trato. Este modelo de financiación reafirma un concepto básico, el de la exigencia a las empresas concesionarias. Por tanto, es una gran noticia, pero no debería quedarse ahí.

La parálisis europea ante el cierre del canal nacional griego fue la burda expresión de la indiferencia ante el derecho de los ciudadanos a la información. Francia mantiene el listón de exigencia en un sector que considera clave en la consolidación cultural, lingüística y social. Es la única esperanza bajo las políticas de indiferencia extendidas por Europa bajo la melodía cansina de la crisis. Su ministra de Cultura, en un raro caso de cumplimiento de las promesas electorales, ha desactivado la ley antidescargas por considerarla un instrumento inútil, pero sin embargo defiende a ultranza el canon compensatorio y es capaz de enfrentarse a gigantes como Amazon, Apple o Google para garantizar la supervivencia cultural de su país. No se me ocurre un ejemplo más contrario a la deriva patética de otros países europeos.

El panorama español es de lágrimas. A la terrible situación se une una futura ley de propiedad intelectual, fabricada para boicotear lo que dice defender, con una entidad fundamental como la SGAE empeñada en prolongar el desprestigio de la actividad profesional de sus socios en lugar de lo contrario. A tan pocos kilómetros de Francia, nunca estuvimos tan cerca de convertirnos en el tercer mundo del derecho audiovisual. Suerte que en nuestro espíritu pervive el de los grandes escaladores del Tour, cuando perdida la posibilidad de ganar la carrera, siempre aspiran a una jornada de gloria en la subida más dura, asfixiante y demoledora. Individualismo desesperado frente al abandono colectivo.

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