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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Envejecer

Rodeados de un cine de corteza pretenciosa pero cuyo interior esconde un hueco fraude, como la última cinta de Tornatore, resulta estimulante la propuesta del tejano Richard Linklater, que decidió seguir a dos mismos personajes cada 9 años

David Trueba
Antes del anochecer.
Antes del anochecer.

Rodeados de un cine de corteza pretenciosa pero cuyo interior esconde un hueco fraude, como la última cinta de Tornatore, resulta estimulante la propuesta del tejano Richard Linklater, que decidió seguir a dos mismos personajes cada 9 años. De Antes del amanecer saltamos a Antes del atardecer. Y ahora, 18 años después del primer encuentro en un tren detenido en Viena, los personajes de Ethan Hawke y Julie Delpy vuelven a pasar una jornada juntos en Antes del anochecer. Si las dos primeras entregas eran una conversación que se beneficiaba de la ingravidez del deseo y las promesas románticas, en la última entrega los encontramos casados, con gemelas, y de vacaciones en el Peloponeso.

Linklater, que ha rodado 15 largometrajes en 22 años, aparte de televisión y algún documental sobre su pasión por el béisbol, acierta cuando alcanza la alegría de vivir desde la heterodoxia y lo disfuncional. Las dos primeras entregas de esta saga y la estupenda School of Rock se sumaban a Dazed & Confused y Slacker, que eran pedazos de existencia de personajes sin destino. Si algo decepciona de esta tercera entrega proviene de esa comida cargada de teorías vitales endilgadas entre personajes innecesarios, pero sobre todo de la concesión al desánimo y la asunción de la batería de tópicos que amenazan a las parejas.

La tensión entre el nuevo y el viejo mundo, que es tema recurrente del cine en Hollywood, encuentra su expresión en ese tic de llevarse a cada chica hermosa del cine europeo para rendirla a los encantos primitivos de América. Ya sea el héroe de acción o el intelectual estridente, al estilo casi paródico de un Hemingway, el escritor que interpreta Ethan Hawke carece de argumentos para rebatir el hastío matrimonial de su mujer francesa y la conversación es mucho menos gozosa que en anteriores entregas. La película quisiera empezar donde termina. Queda la promesa de que dentro de nueve años, recobrado el hálito del desencuentro, vuelva a funcionar la tensión de lo inasible. Pero en el reinado de la cosmética vacua, se agradece el cine que retrata el envejecimiento, lo físico, como hace Linklater en su empeño eneanual, a la manera de Truffaut y Léaud o la maravillosa serie Up de Michael Apted.

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