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Eurovisión renace en la tierra de Abba

Dinamarca cumple los pronósticos y gana un festival en el que el inglés se impone como lengua El Sueño de Morfeo queda en penúltima posición

Emmelie de Forest, con el trofeo de Eurovisión.
Emmelie de Forest, con el trofeo de Eurovisión.AFP

Emmelie de Forest solo tuvo que cruzar el gigantesco puente que une la ciudad sueca de Malmö con Copenhague para ganar Eurovisión. Los pronósticos dieron en la diana y Dinamarca venció en la 58ª edición del mayor festival europeo. Los peores augurios también se hicieron realidad y El Sueño de Morfeo, como las casas de apuestas predecían, quedó en penúltima posición, solo por delante de Irlanda. El grupo que representaba a TVE obtuvo ocho puntos (seis de Albania y dos de Italia) frente a los 281 que logró Dinamarca.

Descalza y acompañada por tambores y un flautín, De Forest (19 años) interpretó una pegadiza balada, Only teardrops, que encendió al público desde las primeras notas. Dinamarca ganaba así por tercera ver un certamen que este año ha vuelto a la tierra natal de uno de sus símbolos: el mítico cuarteto sueco Abba, que ganó el concurso en 1974 con la inmortal Waterloo.

El Sueño de Morfeo tras su actuación.
El Sueño de Morfeo tras su actuación.AFP

En el Malmö Arena, un enjambre de eurofans se volcaron en una gala que exhibió un fastuoso despliegue luminotécnico que arrancó con un desfile de los candidatos con sus abanderados, como si se tratara de los Juegos Olímpicos. Entre un haz de luces refulgentes, chorros de humo y un alarde de efectos pirotécnicos, Raquel del Rosario, David Feito y Juan Suárez defendieron Contigo hasta el final, un tema que evoluciona desde el toque folk de la gaita celta al rock. También descalza, y con un vaporoso vestido amarillo, la solista canaria pisó el escenario algo nerviosa pero fue ganando a medida que avanzaba la actuación.

Pese al decepcionante penúltimo puesto, El Sueño de Morfeo aseguró que participar en Eurovisión es el mayor premio a los 10 años que llevan juntos. Admitieron que “hay gente muy buena, mucho nivel” y que “hay que saber ganar y también perder”. El trío español actuó en quinta posición no por mor de la suerte sino por decisión de la televisión sueca, que colocó arbitrariamente en la parrilla de salida a los 26 participantes para hacer más ágil y variado un espectáculo televisivo. Francia abrió la gala con la enérgica Amandine Bourgeois. Sorprendieron, al cantar en inglés, la alemana Cascada y la rusa Dina Garipova. No en vano el inglés parece haberse convertido en la lengua madre de Eurovisión, tendencia a la que se resisten Italia, Grecia o España.

El Sueño de Morfeo actuó detrás de Finlandia, cuya representante, Krista Siegfrids, aprovechó para reivindicar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Vestida de novia y con plataformas de vértigo, cerró su tema con un beso a una de las bailarinas. Los más finos analistas aseguran que esta “provocación” llevó a Turquía a desengancharse del eurofestival. Otros países se retiraron por motivos menos ideológicos y más pragmáticos. Portugal, por ejemplo, ha dado la espalda a Malmö por culpa de la crisis. Las restricciones presupuestarias en la televisión lusa se han contagiado a Polonia y a Bosnia-Herzegovina. Grecia fue salvada in extremis por la intervención de un canal privado y sus representantes —lo más parecido a un equipo de árbitros con faldas de tablilla— acudieron a Malmö desinhibidos y con ganas de pasárselo bien (quedaron sextos, 152 puntos). Con un atuendo propio del conde Drácula, el solista de Rumanía puso la nota friki, aunque Ucrania no quedó lejos: su cantante apareció en el escenario en brazos de un gigante que parecía salido de Juego de tronos. Pese a todo, quedó tercera, por detrás de Azerbaiyán.

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