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OPINION
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sonrojo

Es contradictorio escarbar en el episodio de las escrituras inmobiliarias de la Iglesia española durante los años del aznarismo

David Trueba

La Iglesia ha emprendido un camino inteligente para volver a acercar a su cúpula directiva a los pobres, después de que la distancia se agrandara tanto que casi obligaba a reescribir la peripecia de Cristo en salones de lujos, zapatos de Prada y espumosos festejos. Por ahora responde más bien a la ilusión de una elección de Papa tras la turbia dimisión del antecesor, sin fuerzas para depurar el entorno más desatado. La campaña de imagen no podrá limitarse, como en otras empresas, a un lavado de cara, porque el hilo de enlace con la sociedad es bastante más profundo que el de una cadena de supermercados. Pero juega a su favor que la situación mundial es de crisis económica, traición de valores y descrédito de la política profesional, así que mucha gente está deseosa de encontrar un lugar de amparo, cercano y trascendente. Son necesidades con las que puede uno estar o no de acuerdo, pero si pone la oreja escucha el clamor.

Por eso es tan contradictorio escarbar en el episodio de las escrituras inmobiliarias de la Iglesia española durante los años del aznarismo. El histérico afán por poner a su nombre propiedades, fincas, edificios aprovechando una ley permisiva en plena explosión del pelotazo del suelo, se corresponde exactamente con la idea contraria al nuevo papado. La explosión notarial les permitió apropiarse de una cantidad tal de lugares comunes que hasta hoy produce sonrojo, cuando nuestra capacidad para sonrojarse por lo que ha pasado en España en tiempos de la burbuja inmobiliaria ya es tan limitada como la de un actor porno en el vestuario de la piscina municipal.

Si de lo que se trata es de desenmascarar el daño que la avidez de riqueza ha causado en la sociedad, no parece sostenible hacerlo desde la orilla de la apropiación indebida. Todo el mundo entiende que con sus bienes la organización eclesial juegue al rendimiento favorable, que sus ecónomos rivalicen con los tiburones formados en las más depredadoras escuelas de negocios, pero que rompa el Monopoly exprimiendo la simpatía de la Administración con su causa, deja a muchos ciudadanos en la estacada y en la indignación. No se puede estar lavando los pies a quien le robas la camisa.

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